miércoles, 30 de marzo de 2011

No olvidar la omnipresencia de Dios

¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda encontrarlo? –afirma el Señor–. ¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra? –afirma el Señor–.
Jeremías 23:24.


Lectura diaria: Jeremías 23:16-32. Versículo para memorizar: Jeremías 23:24.


ENSEÑANZA


Gracias a Dios los cristianos sabemos que el Señor siempre está presente en nuestras vidas y que pase lo que pase no se marchará de nuestro lado. Esta certeza nos da confianza y alivio. Es como el bálsamo que nos inunda y recuerda día a día que somos sus hijos y estamos dentro de su mano. Los inconversos creen que pueden hacer y deshacer y que nadie los está mirando, pero están engañados, no hay nada oculto para Dios, ni ningún escondite que valga; Dios es omnipresente y por consiguiente está en todo lugar en completa plenitud y gloria. En la lectura, el Señor le habla a Jeremías sobre los que se dicen profetas y hablan mentiras en su nombre, ninguno ha estado en el consejo del Señor y por consiguiente han desviado a su pueblo. Desafortunadamente, en la actualidad muchas iglesias que se llaman cristianas, se dejan llevar como en este caso más por la euforia y el deseo de enriquecimiento que por la verdadera Palabra de Dios “¿Hasta cuándo seguirán dándole valor de profecía a las mentiras y delirios de su mente?”. ¿“No es acaso mi palabra como fuego, y como martillo que pulveriza la roca?” (vv. 26 y 29). Hay que tener mucho cuidado sobre lo predicado y siempre volver a las Escrituras para confrontar lo escuchado, porque de todas maneras los pastores o predicadores también se equivocan, y si lo hacen ingenuamente o por falta de conocimiento se entiende, no son infalibles; quizá hablan en la carne y no bajo el poder del Espíritu Santo. Lo terrible es para aquellos que utilizan el evangelio con otros fines y engañan a los feligreses haciéndose pasar por pastores ciertos. Estos no son verdaderos. Terrible porque el juicio de Dios recaerá con más fuerza, pesará sobre sus hombros el desvío de las ovejas y recaerá el “¡Ay!” sobre ellos. ¿Será que tampoco creen que el Señor los está mirando? ¿O hablan de su omnipresencia sin ninguna convicción?


Sea lo que sea, Jesús vino a derramar su sangre por los pecadores: mentirosos, impostores, abusadores, adúlteros, idólatras, criminales, etc. La única manera de tener acceso a Dios y lavarnos de toda culpa es aceptar lo que Él hizo en reemplazo por nosotros, e invitarle a que tome nuestra vida para hacernos personas nuevas. ¿Es tu interés hacerlo? Te puedo sugerir la siguiente oración:


Señor Jesucristo: Yo te necesito; te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Toma el control de ella y haz de mí la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonar mis pecados y por darme la vida eterna. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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