jueves, 3 de marzo de 2011

El significado real de la sangre

Tomarán luego un poco de sangre y la untarán en los dos postes y en el dintel de la puerta de la casa donde coman el cordero.

Éxodo 12:7.


Lectura diaria: Éxodo 12:1-28. Versículo para memorizar: Éxodo 12:7.


ENSEÑANZA


Lo que Dios les ordenó a los israelitas hacer para conmemorar la pascua, fue el preámbulo de lo que sería la muerte del Señor Jesús. La orden fue tomar un cordero por familia para sacrificarlo y con su sangre untar el dintel y los postes de las puertas (v. 22). Esta fiesta la instituyó el mismo Dios y se la dio a su pueblo para conmemorarla cumplidamente y aun todavía la comunidad judía la celebra.

Todo el simbolismo de esa sangre haya cumplimiento en la sangre de Cristo, el Cordero inmolado. Su muerte en la cruz es el símbolo del precio de nuestro rescate (Ef. 1:7); nos reconcilia con Dios (Ro. 3:25; 2 Co. 5:19); nos redime de nuestros pecados (Ap. 1:5); nos purifica (He. 9:14); nos santifica (1 P. 1:2); establece una nueva alianza (He. 9:11-22). Por la sangre de Cristo somos justificados ante Dios (Ro. 5:9); tenemos vestido limpio (Ap. 7:14; podemos entrar con confianza al santuario de Dios (He. 10:19). Los cristianos al tomar la copa en la participación de la cena del Señor expresamos la identificación con su muerte y la comunión con su sangre.

Y algo muy importante: así como Dios protegió las casas que tenían aquella señal, cuando Él ve esa señal en nosotros también nos protegerá. No es una ilusión ni una superstición, es una realidad palpable en cada persona y la que evitará que Satanás nos pueda tocar. Por eso debemos pedirle al Señor que nos cubra con su sangre todos los días y en todo momento; es necesario apropiarnos de ella para evadir los ataques del enemigo.


Para que puedas tener acceso a esa sangre tienes que aceptar lo hecho por Jesús en la cruz del Calvario. Si le entregas tu vida, Él te enseñará la verdad y esa verdad te hará completamente libre. ¿Deseas aceptarlo? Podemos orar así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito y te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Gracias por venir a morir en mi lugar y por toda la sangre derramada para limpiarme, purificarme, redimirme y justificarme. Hoy te pido que me cubras con esa preciosa sangre y hagas de mi, la persona que quieres que yo sea. En tu nombre te doy las gracias por hacerlo, amén.


Un abrazo y bendiciones.


Bibliografía: Diccionario Ilustrado de la Biblia

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