jueves, 17 de marzo de 2011

Libertad completa en Cristo

Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.

Juan 8:32.



Lectura diaria: Juan 8:31-41. Versículo para memorizar: Juan 8:32.


ENSEÑANZA


Estar encadenado, no es solamente estar en una cárcel o secuestrado. La mayoría de las personas viven atadas a una u otra cosa. El estudio, el trabajo, los hijos, los padres, el auto, la casa, el dinero y los pensamientos, pueden ligar a una persona al punto de perder su verdadera libertad. Muchas veces la intervención de los demás, influye para que se tomen decisiones o se actué en contra de principios y normas. La Biblia nos instruye sobre Jesucristo, quien vino a darnos libertad; libertad verdadera porque Él es la Verdad (Jn. 10:10) y cuando le entregamos nuestra vida, el Señor toma el timón de ella y va sacando en cada uno ataduras, resentimientos, orgullos y todo aquello que no nos permite movernos libremente. El Espíritu Santo va haciendo una obra regeneradora y limpiando espiritualmente a quien sinceramente le admita a Dios hacer su trabajo. Por eso es tan importante dejar en manos de quien nos hizo, cada una de las áreas de nuestra vida porque si no se las cedemos, el Señor como buen caballero, no podrá actuar.

Como enseñanza, busquemos a Jesús; escudriñemos su Palabra y tengamos comunión continua con Dios para tener la mente y actitud de Cristo: “Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:16), y si tenemos la mente de Cristo, podemos identificarnos plenamente con Él (Fil. 2:5-11). Solamente con Jesucristo, podemos ser verdaderamente libres.


Quizá hoy, es el día para soltar esas cadenas que te tienen en prisión: iras, rencores, amarguras, etc., pueden ser tomadas bajo la cruz del Redentor. Él quiere darte plena libertad. Si deseas podemos hacerlo con una corta oración. Dile así:


Señor Jesucristo: Por años he sentido el peso de mi vida y ya no lo aguanto más. Estoy supremamente cargado y te necesito. Por favor, toma el control de mi vida y guía mis pasos para tener la libertad completa que me ofreces. Perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por venir a mí, por perdonarme y darme la verdadera libertad. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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