domingo, 13 de marzo de 2011

La adoración verdadera

–Créeme mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre.
Juan 4:21.


Lectura diaria: Juan 4:1-42. Versículo para memorizar: Juan 4:21.


ENSEÑANZA


Al pasar el Señor por Samaria sostuvo una conversación con una mujer a quien empezó por mostrarle quien era Él en realidad y la mujer asombrada de sus palabras, le comenta que sus antepasados, adoraban en ese monte pero que los judíos decían que el sitio de adoración era Jerusalén. Jesús le aclara que ni en una parte ni en la otra será el lugar para adorar, puesto que si “la salvación proviene de los judíos” (v. 22b), se refiere a que todos, absolutamente todos para ser salvos, necesitamos conocer a Jesús, quien era judío; cuando le tenemos en el corazón los lugares no vienen a ser más que sitios de reunión, donde sí se puede adorar al Señor, pero no son exclusivos. El adorador en espíritu y en verdad no tiene lugar predilecto; es el que se inclina ante Dios humillado y abatido, reconociéndole sinceramente en su corazón como el Todopoderoso, dejando actuar al Espíritu Santo quien es el que clama al Padre por nosotros con gemidos indecibles (Ro. 8:26). Es el que actúa bajo la verdad de su Palabra porque sabe que esta es inerrante y jamás pasará.

En conclusión: al igual que a la samaritana, el Señor nos enseña también que lo importante no es el lugar sino el corazón dispuesto para la adoración. Busquemos a Dios a través de su Hijo Jesucristo y dispongámonos a adorarle continuamente en nuestra vida.


Si no tienes a Jesús todavía contigo, déjate cautivar por Él al igual que lo hizo aquella mujer para que te dé a beber del agua inagotable que brota vida eterna y puedas rendirle el culto que merece, desde el fondo de tu corazón. Te sugiero la siguiente oración:


Señor Jesucristo: Confieso que soy pecador y que te necesito. Te acepto en mi vida como mi Señor y Salvador personal; perdona mis pecados y hazme un verdadero adorador de ti. Gracias Señor por entrar en mi vida, por perdonarme y limpiarme, por darme la vida eterna y todo el poder de tu Santo Espíritu. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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