lunes, 31 de enero de 2011

La familia de Jesús

Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Marcos 3:35.


Lectura diaria: Marcos 3:20-35. Versículo para memorizar: Marcos 3:35.


ENSEÑANZA


Para el Señor Jesús, las cosas no fueron nada fácil e incluso sus parientes más cercanos dudaban de Él. Si ellos decían que estaba fuera de sí (v. 21), porque veían que sanaba enfermos y echaba fuera demonios, ¿qué se podía esperar de los demás? Cuando llegaron hasta donde estaba Jesús María y sus hermanos y le avisaron de su presencia, el Señor sabía muy bien lo que tenía que hacer y mirando a los de su alrededor añadió: “Aquí tienen a mi madre, y a mis hermanos, cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre” (vv. 34-35).

La Biblia nos enseña que el que no sacrifica el amor por alguno de los suyos y aún su propia vida, no puede ser su discípulo. El que le sigue debe tomar su cruz y negarse a sí mismo (Lc. 14:26.27). Esto no quiere decir por supuesto que aquel que decide seguir a Cristo vaya a abandonar a su esposa(o) e hijos, ni tampoco que se olvide de sus padres. La Palabra de Dios hay que tomarla en todo su contexto y Dios es muy claro respecto a las obligaciones familiares, como también lo que significa honrar a padre y madre. Nuestra primera prioridad debe ser la relación personal de cada uno con Dios; luego esposo(a), hijos; trabajo e iglesia. Notemos que una cosa es tener a Dios como cabeza, amarlo con todas las fuerzas porque es un mandato (Mt. 22:37), lo que representa hablar con Él, adorarle, alabarle y darle gracias constantemente; y otra es, servir en la Iglesia. La primera es personal y la otra general. Aprendamos la lección dejada por el mismo Señor Jesucristo y empecemos a desprendernos de aquello que nos hace cambiar las prioridades en nuestra vida cotidiana.


Si tu deseo es conocer a Jesús como Señor y Salvador te invito a orar de este modo:


Señor Jesucristo: Reconozco que soy pecador y vengo a ti para que entres en mi vida, perdones mis pecados y me instruyas de tal manera que seas el centro y eje alrededor mío. Gracias por hacerme parte de tu reino, por perdonarme y limpiarme, por darme todo el poder de tu Santo Espíritu y por hacerme parte de tu familia. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones,


Dora C.

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