martes, 11 de enero de 2011

Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados y yo les daré descanso.
Mateo 11:28.


Lectura diaria: Mateo 11:25-30. Versículo para memorizar: Mateo 11:28.


ENSEÑANZA


El cansancio es un mal que agobia a la gente en general. Tanto adultos como jóvenes a toda hora se sienten cansados y fatigados. Quizá el mismo corre-corre de la tecnología pareciese que no diera píe al sosiego y cada día el tiempo alcanza menos para los compromisos que se tienen.

Hay que salir a buscar una ayuda que nos permita aliviar la carga diaria. Jesús hace hoy la invitación. Él es quien desea que descarguemos en su yugo toda ansiedad y agotamiento; su madero es suave y ligera su carga. Fue el Señor el que en carne propia experimentó el peso, el sudor, la angustia y el cansancio como ningún otro ser lo haya vivido. Su sufrimiento sirvió para que nosotros busquemos refugio en sus brazos. Toda su pasión fue precisamente para aligerar nuestra aflicción. Él es apacible y humilde de corazón y está dispuesto para todos aquellos que lo necesiten. Bien decía una frase que leía de Juan Pablo II: “Sin Dios la cruz nos aplasta; con Dios, nos redime y nos salva”. ¿Cuántas veces no experimentamos cansancio, fatiga y tristeza desoladora? Las fuerzas no dan más. No solamente corporal, sino que también nos inunda el cansancio emocional. Todos los días no son radiantes y a veces todo se torna gris y lluvioso. ¿Cuántas veces no se recurre al trago, al cigarrillo u otras adicciones para calmar la ansiedad?

Jesús está hoy haciendo la invitación: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados”. Puede ser ese, tu estado actual. Deja que el Señor te alivie y entrégale a Él todo el peso de tus problemas que no te permiten tener paz ni descanso. Si él dijo que lo haría, es porque así es. Si quieres podemos orar así:


Señor Jesucristo: Te necesito más que nunca. Estoy cansado de caminar errante llevando sobre mis hombros el peso de mi aflicción. Tú me conoces y todo lo sabes de mí. Ya no quiero seguir el mismo rumbo; toma mi vida, te la entrego. Perdona mis pecados y dame ese nuevo sendero por el que quieres que transite con la tranquilidad y paz que requiero. Gracias Jesús por perdonarme y llenarme con el poder de tu Santo Espíritu; por darme una nueva oportunidad para vivir como deseas que lo haga y por proveerme de nuevas fuerzas para continuar. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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