viernes, 21 de enero de 2011

¡Hosanna al Rey de gloria!

–¡Hosanna al Hijo de David! –Bendito el que viene en el nombre del Señor. –¡Hosanna en las alturas!.
Mateo 21:9.


Lectura diaria: Mateo 21:1-17. Versículo para memorizar: Mateo 21:9.


ENSEÑANZA


Cuando el Señor entró a Jerusalén la gente lo aclamaba y reconocía como el Rey que era. Sin embargo, más tarde esa misma gente gritaba con furor que le crucificaran. ¡Qué tristeza! Todo se convirtió simplemente en emociones. Más adelante vemos en los versículos 15 y 16 que los niños seguían repitiendo la alabanza y el Señor les recordó lo dicho por el salmista en el Salmo 8:2: “En los labios de los pequeños y los niños de pecho has puesto la perfecta alabanza”.

¿Cuál es nuestra Jerusalén primera? Seguro que es nuestra propia vida. Cada uno de nosotros nos convertimos en una Jerusalén y gozosos cuando recibimos al Señor le alabamos y adoramos pero más tarde se nos olvidan los beneficios recibidos y ese primer amor se va derrumbando poco a poco. Bien se nos enseña en Mateo que debemos ser como niños para alcanzar el reino de los cielos (Mt. 18:3). Los niños reciben los regalos felices e incluso lo cuidan y exponen ante los demás para que éstos los admiren. El mejor regalo ofrecido por Dios al hombre fue dar a su mismo Hijo Jesucristo, más el ser humano o no ha caído en cuenta de ello o simplemente lo recibe por seguir la cuerda como se dice, o actuando bajo las emociones que en últimas casi siempre son las que controlan a la mayoría de personas. Recibimos al Señor por fe no por vista. Recién convertida al cristianismo me presentaron un diagrama de un trencito. La máquina es el hecho de Dios y su Palabra, el furgón es la fe y el vagón los sentimientos. Es imposible que el trencito ande con el vagón, sin embargo no puede moverse si no tiene el combustible, sin carbón no funciona. De igual manera funciona nuestra relación con Dios. Aprendamos a ser como niños y adoremos al Señor como el Rey de reyes que es dándole a conocer a los demás ese hermoso regalo dado sin merecerlo por nuestro Padre Dios.


Si aún no tienes a Cristo en tu corazón te invito a hacer la siguiente oración. Dile así:


Señor Jesucristo, acepto que soy pecador y te necesito. Te entrego la puerta de mi corazón y te acepto como mi Señor y Salvador. Gracias por entrar en mi vida, por perdonar mis pecados y darme la vida eterna contigo. Gracias porque puedo alabarte y ensalzarte como el Rey que eres. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: