sábado, 8 de enero de 2011

No merecemos tanto amor

Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo sanará.
Mateo 8:8.


Lectura diaria: Mateo 8:5-13. Versículo para memorizar: Mateo 8:8.


ENSEÑANZA


Allí se encontraba el centurión, un hombre humilde que ayudaba a los judíos y que era compasivo con sus subalternos. Sufría por su siervo postrado, debido a una parálisis. No tuvo en cuenta su condición de soldado romano, ni que era Roma quien gobernaba. Tal vez, había simpatizado con la causa de Cristo y poco a poco entendía el mensaje de salvación. Es de admirar su fe y entender que por encima de él había alguien más poderoso porque entendía muy bien el concepto de autoridad; así como la impartía, también la recibía de sus superiores y ni por un momento dudó de la autoridad y el poder de Jesús. Sin embargo, se consideró indigno de que el Señor fuera hasta su casa a sanar a su siervo, de ahí sus palabras: “No merezco, que entres bajo mi techo” y la clave de su convicción: “basta con que digas una sola palabra”, para que se cumpla lo esperado “y mi siervo quedará sano”. Tal afirmación asombró a Jesús; pues se entendía que Él había venido primero que todo en rescate del pueblo de Israel y no hacia los gentiles. Sin embargo, encontró más fe en este hombre que en muchos de los de su pueblo. La respuesta del Señor no se hizo esperar: “¡Ve! Todo se hará tal como creíste”.

Nosotros, al igual que el centurión somos gentiles y tampoco merecemos tanto amor y misericordia por parte de Dios. No somos más que unos simples pecadores, pero Romanos 5:8 nos da la respuesta: a pesar de eso, Cristo murió por nosotros.

Dios te amó tanto que no le importó entregar a su Hijo en rescate por ti. Jesús derramó su sangre en rescate por muchos y entre esos estabas tú. Él desea que te arrepientas y como aquel centurión reconozcas su autoridad y poder. Ahora mismo puedes dirigirte en oración y con tus propias palabras hablar con Dios. Te puedo dirigir en una. Dile así:


Soberano Dios: como aquel oficial romano, me siento indigno de que entres en mi casa porque he pecado de muchas maneras. Señor Jesús, toma mi vida, te la entrego. Perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y venir a morar conmigo. Gracias por tu amor y misericordia que no merezco. En el nombre de Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: