domingo, 16 de enero de 2011

Eres mi Todo

Yo le he dicho al Señor: Mi Señor eres tú. Fuera de ti, no poseo bien alguno.
Salmo 16:2.


Lectura diaria: Salmo 16: 1-11. Versículo para memorizar: Salmo 16:2.


ENSEÑANZA


A veces oramos por orar; e incluso elevamos canciones de alabanza sin percatarnos en el fondo o contenido de ellas. ¿Cuántas veces no le hemos dicho al Señor que es nuestro Dios y Rey? ¿O que solo nos basta con tenerlo a Él?

David era igual que nosotros, pecaba igual que lo hacemos nosotros también, pero creo que la gran diferencia radicaba en el corazón sincero que tenía ante el Señor; por algo dice la Escritura que tenía un corazón conforme al corazón de Dios.

Si en verdad el Señor es nuestro Dios no debemos tener otros dioses por encima de Él; si es nuestro Rey, debemos tributarle la honra y gloria que merece. Cuando le decimos que es nuestro Señor, es porque en realidad es el amo absoluto; es porque estamos dispuestos a obedecerle como buenos siervos de su campo.

Si el Señor es el Todo, es porque colma absolutamente nuestra vida. Es el Universo que abarca todos los sentidos, las emociones, los quehaceres diarios. La luz, el calor, la fuerza, la alegría y la tristeza; es la riqueza de cuanto somos y poseemos. El dueño del respirar, del dormir, del trabajo y la fatiga. Si lo es, quiere decir que con su presencia tenemos. Como dice la canción: con tenerlo, nos basta. “Tú, Señor, eres mi porción y mi copa; eres tú quien ha afirmado mi suerte” (v. 5). Si es así, te felicito. Y si no, para ti, ¿Quién es en realidad Jesús? ¿Un mito, un leyenda, una historia? O como afirmó Pedro, sabes que es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt. 16:16). Quizá lo sabes, pero no lo has experimentado. Lo sabes en tu mente, más no en tu corazón. La única manera de comprobar que Él es quien dijo ser, es permitiéndole que te lo demuestre y el Señor lo quiere hacer en este momento. Solo se necesita una pequeña oración. Te puedo guiar. Dile así:


Señor Jesús: He sabido de ti de muchas maneras, pero nunca he tenido una relación personal contigo. Al igual que Pedro quiero reconocerte como el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Deseo que te conviertas en mi Todo alrededor de mi vida, y por eso hoy te la entrego para que perdones mis pecados y me cambies completamente. Hazme una nueva persona con un corazón sincero y dispuesto para ti. ¡Gracias Señor! En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: