viernes, 28 de enero de 2011

El triunfo que nos da la victoria

No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron.
Mateo 28:6.


Lectura diaria: Mateo 28:1-15. Versículo para memorizar: Mateo 28:6.


ENSEÑANZA


Bien lo dijo Pablo, recordando al profeta Isaías: “La muerte ha sido devorada por la victoria” (1 Co. 15:54). Si hay algo que afianza al cristianismo y lo mantiene firme es saber que Jesús de Nazaret, resucitó. Si no resucitó, vana sería nuestra fe (1 Co. 15:14). Las evidencias concluyentes nos demuestran que así fue. Los cuatro evangelistas y el libro de Hechos de los apóstoles lo registran; Su resurrección consolidó la fe de los que estaban cerca a Él, empezando por sus primeros discípulos y más tarde con Pablo a quien se le apareció para que fuera el apóstol de los gentiles y de este modo llegar su mensaje hasta nosotros.

Los cristianos nos enorgullecemos de poder decir que la tumba de nuestro Líder está vacía. No ocurre lo mismo con Mahoma, ni con Max, ni con ningún otro. Su resurrección es el centro de la fe cristiana y la que nos permite tener la esperanza puesta en la meta de la vida eterna cuando también resucitaremos con Él (1 Ts. 4:14). Personalmente, creo que no pasará mucho tiempo sin que el Señor me dé el regalo de ir a Israel y gozarme al ver su tumba desocupada.

¿Qué importa entonces que muramos? El morir en el Nuevo Testamento figura como dormir (VRV). Así que los muertos en Cristo, resucitaremos primero. Entonces, ¿Por qué temerle a la muerte? Quizá la naturaleza pecaminosa nos hace creer que seguimos muertos por el pecado cuando en realidad no es así, porque precisamente el Señor murió y resucitó para vencer al pecado y a la muerte. “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?” (1 Co. 15:55). Nada, absolutamente no hay nada. El triunfo de su resurrección es la victoria sobre la muerte y la gloria de los creyentes en Cristo.


Jesús vive, es real y quiere vivir en el corazón de los que le permitan entrar. Si deseas resucitar con Cristo cuando Él regrese, te invito a hacer parte de los escogidos. Podemos orar así:


Señor Jesucristo: Siempre te he visto como una figura más o como otro líder religioso que murió y de quien supe ligeramente que resucitó, pero nunca he tenido una relación íntima contigo. Hoy deseo que tomes mi vida y perdones mis pecados para tener el gozo de la salvación y resucitar contigo en el último día. Gracias por venir a mí, por perdonar mis pecados, por la victoria que me das sobre la muerte y por la vida eterna que empiezo a disfrutar desde ahora. En tu nombre Señor, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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