viernes, 14 de enero de 2011

El verdadero Dios

–Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.
Mateo 14:33.


Lectura diaria: Mateo 14:22-36. Versículo para memorizar: Mateo 14:33.


ENSEÑANZA


El pasaje de hoy nos muestra al Señor caminando sobre las aguas y calmando los vientos. Pedro para cerciorarse de que en realidad fuera su Maestro, le repica que le mande ir hacia Él. En su travesía tuvo miedo y se hundió.

Éste Jesús de Nazaret, el Cristo esperado por los israelitas desde tiempos antiguos, es el mismo Mesías que vino a la tierra y es el Redentor de cuantos le reciben y creen en su nombre. Jesucristo, el hombre más grande que ha vivido; el que sanó enfermos, resucitó muertos, acogió a los niños y a los débiles, el que multiplicó panes y calmó vientos y tempestades. Como hombre sufrió y padeció; necesitaba descansar, dormir y comer. Sintió gozo en ocasiones y tristeza en otras tantas. Fue un hombre sin igual. Rechazado y despreciado por los suyos; aún así, siempre se mostró amoroso, generoso, benigno y compasivo con el prójimo. El único que ha cambiado la historia de la humanidad: aC y dC.; el Rey de reyes y Señor de señores. Él es verdadero Dios, igual que el Padre y que el Espíritu Santo.

De diferentes maneras ha impactado al mundo aunque el mundo no le reconozca. Desafortunadamente la mayoría de personas son ajenas y completamente le ignoran. Ese Jesús, inmutable que jamás cambia ni cambió en su paso por la tierra, sigue ahí, latente, esperando que el hombre voltee la mirada hacia Él y le acepte como verdadero Dios. Sus obras fueron y siguen siendo maravillosas para el hombre. Jesús es, quien dijo ser y así el mundo no le acepte, debe reconocer por el testimonio de muchos, el bien que le ha hecho a la humanidad. Hay tanta evidencia de su humanidad como de su divinidad: El hombre Dios, con naturaleza humana y naturaleza divina.

No necesitas caminar sobre las aguas para entender su señorío. Solo desea que le mires con otros ojos, le admitas en tu corazón como verdadero Dios y Rey. Si lo quieres, puedo dirigirte hacia Él con una sencilla oración de fe. Por favor dile así:


Señor Jesucristo: reconozco que soy pecador y no merezco tu amor, pero gracias por venir a ofrecérmelo sin nada a cambio. Entra en mi vida, te recibo como mi Señor y Salvador. Hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por tomar mi vida y mostrarme que tú eres el verdadero Hijo de Dios, venido en carne para salvarme. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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