martes, 18 de enero de 2011

Señor, enséñanos a perdonar

Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano.
Mateo 18:35.


Lectura diaria: Mateo 18:21-35. Versículo para memorizar: Mateo 18:35.


ENSEÑANZA


¿Hasta cuántas veces tenemos que perdonar? La Nueva Versión Internacional dice que hasta setenta y siete veces; la Reina Valera va más allá, hasta setenta veces siete. El perdonar y pedir perdón son de las decisiones más difíciles que afronta una persona sea incrédula o creyente. Personalmente creo que el perdonar es espinoso porque hay que agachar la cabeza y el orgullo no se deja bajar tan fácilmente.

El Señor en la lectura del día nos enseña a través de la parábola del siervo despiadado que si nosotros no perdonamos, nuestro Padre celestial tampoco nos perdonará. En la oración del “Padre nuestro” que se repite tantas veces, está escrito: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mt. 6:12). Perdona nuestras deudas, nuestras ofensas, nuestros pecados, como también nosotros perdonamos. Se repite continuamente, ¿pero de labios para afuera? La decisión de perdonar tiene que venir de adentro, del corazón. De igual manera que nos llega el arrepentimiento por agraviar a Dios, con corazón contrito y humillado.

Sin embargo, hay personas con el don de la nobleza y no les cuesta ni perdonar ni pedir perdón. Es una virtud que debemos buscar todos los cristianos. El Espíritu Santo nos puede ayudar en eso. En ocasiones las ofensas pequeñas son más difíciles de pasar especialmente en nosotras las mujeres que somos dadas a fijarnos en pequeñeces. De todas maneras, sea pequeña o grande la ofensa hay que tener la decisión de perdonar y como no es posible hacerlo en nuestras propias fuerzas, tenemos que pedirle al Señor nos llene de su Santo Espíritu y con su poder, llevarlo a cabo.


ORACIÓN


Amado Dios: Gracias porque fuiste tú quien primero me amaste y perdonaste; enséñame a hacerlo de igual manera, a través de tu Santo Espíritu. Lléname de poder y humildad para que pueda perdonar ofensas tanto grandes como pequeñas. Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me arrepiento de ello. Entra en mi vida y se mi Señor y Salvador personal. Gracias porque contigo voy a aprender a perdonar a mis enemigos, en tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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