martes, 6 de abril de 2010

Ésta es la vida eterna

Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tu has enviado.

Juan 17:3.

Lectura diaria: Juan 17:1-5. Versículo del día: Juan 17:3.

ENSEÑANZA

En el mundo hay diversidad de dioses; se podría decir que existen para todos los gustos y en diferentes formas; sin embargo, solamente uno es el Dios verdadero. Puedes probar el que más te llame la atención, el del color preferido, e incluso puedes llegar a creerte tu mismo ese “dios”, tal como ahora lo proclama el mundo, ¿pero qué? ¿Sigue existiendo el mismo vacío en tu corazón? ¿Ese Dios no te llena? Te tengo la respuesta: Simplemente no puede hacerlo porque no es el Dios de verdad. El Dios verdadero está lleno de amor, amor infinito por ti; está lleno de misericordia y poder. Tan grande fue su amor, que no vaciló en enviar a su único Hijo al mundo, para que siendo Dios se revistiera también de naturaleza humana y pagara con su propia vida por el pecado de todos. Sí, así como lo estás leyendo, el pecado tuyo y el mío también. Si Jesucristo no se hubiese hecho hombre, no habría podido entender la naturaleza pecaminosa y no porque Él hubiese cometido pecado alguno, aunque también tuvo las mismas tentaciones como cualquier humano, pero ¡ahí está la diferencia! ¡He ahí el detalle precisamente! Venía a cumplir una misión y rescatar al hombre para Dios, por eso se mantuvo íntegro y por lo cual cuando le ora al Padre dice: “Yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste” (verso 4). El Señor Jesucristo vino a exaltar a Dios Padre y a su vez el Padre lo glorifica a Él, y le da autoridad para concederles vida eterna a los que Él le ha dado, permitiendo que llevase a cabo la obra para la que fue enviado. Podemos ser honestos y reconocer en Jesucristo al enviado por Dios: “Pero Dios muestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Quizá ya los has probado a todos (otros dioses), y no crees que éste pueda ser real y verdadero, te desafío a que lo intentes de nuevo. No tienes otra forma de comprobarlo si no lo pruebas primero. Te desafío a hacer esta oración conmigo y si Él no es quien dijo que sería, tu vida seguirá igual, pero como sé que no es así, empezarás a tener la experiencia más maravillosa. Oremos entonces: Padre Dios, ni siquiera sé, si existes de verdad y si en realidad mandaste a Jesús a morir en mi lugar. Esta mujer a quien no conozco me lo afirma ahora. He probado tanto, que uno más no importa. Si eres el verdadero Dios, manifiéstate en mi vida de manera tal que no tenga la menor duda. Jesucristo: si en verdad viniste a darme otra clase de vida, la quiero empezar a experimentar contigo. Gracias por escucharme Dios. Amén. Esta es una oración con la que yo te estoy guiando, pero si deseas cambiarla, hazlo. Dios está más interesado en tu sinceridad que en tus palabras. Si oraste sinceramente, te felicito; ahora tienes la vida eterna.

Un abrazo y bendiciones.

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