viernes, 2 de abril de 2010

Bendito el Rey de Israel

Tomaron ramas de palma y salieron a recibirlo, gritando a voz
en cuello. ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor! ¡Bendito el Rey de Israel!.

Juan 12:13.
Lectura diaria: Juan 12:12-19. Versículo del día: Juan 12:13.
ENSEÑANZA
Ante las señales de Jesús, el pueblo lo seguía e incluso ellos mismos llegaron a proclamarlo “Rey de Israel”. Pero qué poco les duró su euforia; días seguidos estos mismos que lo aclamaban, gritaban a voz en cuello que lo crucificaran. Definitivamente el corazón del hombre a pesar de los tiempos, poco ha cambiado. Actualmente, se llenan estadios completos con evangelistas que proclaman a Jesús resucitado a través de sanidades milagrosas y que lógicamente se dan, porque el Señor es Dios de imposibles. Lo triste es ver que aquellas multitudes viven de emociones y del momento; cuando ya pasa la campaña o el concierto, vuelven a lo mismo e incluso si Dios no les provee de casa, carro y beca ya están hablando mal de Él. Comienzan a difamar de su nombre y a preguntarse qué clase de Dios es ese que permite terremotos, sunamis, huracanes, etc. El hombre a pesar de tener sed de Dios, lo busca más por conveniencia que por ser quien Él es. Dios si desea nuestra alabanza, nuestra adoración sincera. Él mira el corazón contrito y humillado; ése, no lo desprecia el Señor. No quiere sacrificios. Muchas veces se piensa especialmente en este tiempos que es necesario ayudarle y que flagelándose, crucificándose, etc., etc. vamos a obtener su perdón y las dádivas solicitadas. Esto no lo acepta Dios, porque es como si le dijésemos: “El sacrifico tuyo no bastó y vengo a ayudarte” Aprendamos a buscarlo y alabarlo con corazón sincero, sabiendo que si Dios permite milagros asombrosos es por su infinita misericordia y amor, pero no dependamos de estos factores sino de la firme convicción de que Dios es el Soberano y Eterno. El Señor de Señores y Rey de Reyes; el Majestuoso, el Sublime, el Santo, el Justo, el Gran “Yo soy”. Mirémoslo con la reverencia y temor que Él merece. Ofrezcámosle todo lo nuestro y si Él nos quiere devolver más allá de su gracia, recibámoslo con humildad y acción de gracias, sabiendo que no lo merecemos. ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el Rey de Israel!
Un abrazo y bendiciones.

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