viernes, 16 de abril de 2010

Relación de amor

Cautivaste mi corazón, hermana y novia mía, con una mirada de tus ojos; con una vuelta de tu collar cautivaste mi corazón.

Cantares 4:9.

Lectura diaria: Cantares 4:1-15. Versículo del día: Cantares 4:9.

ENSEÑANZA

Nuestra relación con el Señor debería tener ese vínculo especial. Deberíamos estar en continua alabanza hacia Él, al igual que Él nos muestra su amor y misericordia, día tras día. Si somos su Iglesia, su novia ¿por qué no dejarnos cautivar diariamente y al igual que dos enamorados expresarnos esa misma clase de amor? El Cantar de los Cantares enfoca el cariño sincero y abierto entre el amado y la amada; también se aplica a la relación de Jesucristo por su Iglesia, entonces, aprendamos a adorar a nuestro Amado Señor con palabras nacidas del corazón, dejándonos llevar tal como si lo hiciéramos con el esposo(a) o el novio(a). “¡Grato es en verdad tu amor, más que el vino! Grata es también, de tus perfumes la fragancia; tú mismo eres bálsamo fragante” (Cantares 1:1-2). ¡Nos sobran razones para amarlo! Haz una lista de todos los beneficios y regalos que el Señor te ha dado y piensa por un momento ¿si no merece toda tu adoración, alabanza, admiración y gratitud? Como dice esa bella canción: “¡Qué hermoso eres, amado mío! Eres la fuente de mi vida y el anhelo de mi corazón”. “Cuéntame amor de mi vida, ¿dónde apacientas tus rebaños?, ¿dónde a la hora de la siesta los haces reposar? ¿Por qué he de andar vagando entre los rebaños de tus amigos?” (Cantares 1:7). ¿Nos pasa igual? ¿Andamos de tumbo en tumbo sin lograr el sosiego esperado? Nuestro Amado nos responde: “Si no lo sabes, bella entre las bellas, ve tras las huellas del rebaño y apacienta a tus cabritos junto a las moradas de los pastores” (Cantares 1:8). Sigamos las huellas de su rebaño, reunámonos con los suyos, compartamos con ellos y llevemos otros cabritos a sus pies. Allí le encontraremos y aprenderemos más de su amor. Pero si también deseas un rato de intimidad a solas, no dudes en hacerlo: ve a tu recámara y háblale en el silencio y frescura de la mañana, dile como la amada: “grábame como un sello sobre tu corazón, llévame como una marca sobre tu brazo. Fuerte es el amor, como la muerte…Ni las muchas aguas pueden apagarlo” (Cantares 8:6-7). Este amor es el que Dios le ofrece a la humanidad; el amor que sobrepasa todo entendimiento; el amor que no hace preguntas, porque simplemente Él es la respuesta. El amor que nunca llega tarde; el amor que todo lo da, que es paciente, bondadoso. El que no es jactancioso ni orgulloso; el que no se enoja fácilmente ni guarda rencor. El amor que todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Este es el amor que Dios te ofrece. De ti depende si lo tomas o lo dejas. Si es tu decisión aceptarlo dile: Señor, gracias por ese maravilloso amor que me ofreces y nunca antes había entendido. Gracias por morir por mí en una cruz y pagar por todos mis pecados. Gracias por ese amor que me has tenido a pesar de ser como soy. Ven a morar conmigo y enamórame de ti. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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