lunes, 5 de abril de 2010

El deber de orar por la ciudad

Además, busquen el bienestar de la ciudad a donde los he deportado, y pidan al Señor por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad.

Jeremías 29:7.

Lectura diaria: Jeremías 29:4-14. Versículo del día: Jeremías 29:7.

ENSEÑANZA

El Señor le mandó a su pueblo deportado a Babilonia, a pedir por esa ciudad. Al igual que ellos, nosotros también debemos acostumbrarnos a orar por la ciudad donde nos encontremos viviendo, así no sea esa el terruño donde hemos nacido. “El bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad”; Si la ciudad tiene paz, todos disfrutaremos de ella; si tiene fuentes de trabajo, serán bendición para sus habitantes; si tiene seguridad, cubrirá a sus ciudadanos. Lo primero que tenemos que hacer es poner en manos de Dios a sus gobernantes para que Él les muestre justicia y misericordia. Muchas veces se cree que si “yo no soy de allí, ¿por qué he de cuidarla?” Simplemente porque es el sitio donde Dios nos ha colocado y porque no podemos ser desagradecidos; si es ahí donde está nuestro trabajo o estudio y nos ha abierto sus puertas y adoptado como sus hijos, lo menos que podemos hacer es respetarla cumpliendo sus leyes. Dios puede cambiar los planes de sus escogidos y movernos de un sitio para otro sin nuestro consentimiento. Muchas veces ni siquiera nos percatamos que si lo está haciendo, es por alguna razón muy obvia; quizá nos está guardando de una calamidad. Recordemos que sus caminos no son los nuestros y que como dice el verso 11: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes –afirma el Señor–, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. Quizá, Dios quiere completar la buena obra que empezó en cada uno, en el nuevo lugar donde nos ha puesto. Aprendamos a acatar sus cambios, sabiendo que Él desea lo mejor para sus hijos y así no nos guste el sitio donde ahora nos tiene, oremos continuamente por ese nuevo territorio a donde nos ha desplazado, porque es ahí donde quiere manifestar su poder y gloria a través nuestro. Gracias Señor por mi ciudad, te pido perdón por ella; por sus injusticias, su desorden y su indiferencia. Te pido por el gobernante de turno y todas sus autoridades tanto civiles como militares y eclesiásticas. Bendice cada lugar por el que vaya transitando y llénala de tu bienestar y amor. Enséñame a ser parte de la solución y no del problema. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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