martes, 20 de abril de 2010

Purificados por Dios

Pero Dios me ha hecho ver que a nadie debo llamar impuro o inmundo.

Hechos 10:28.

Lectura diaria: Hechos 10:1-48. Versículo del día: Hechos 10:28.

ENSEÑANZA

El mensaje de salvación primero llegó al pueblo judío; tan así fue que entre los apóstoles se creía que solamente ellos eran los privilegiados por Dios. En la lectura de hoy podemos darnos cuenta, cómo el Señor le habló a Pedro mostrándole en una visión toda clase de cuadrúpedos, reptiles y aves, ordenándole comer de lo visto, a lo cual Pedro responde que de ninguna manera pues jamás ha comido algo impuro (versos 9-14). Recordemos que en el Antiguo Testamento por ley no todos los animales se podían consumir porque muchos eran considerados inmundos y Dios mismo les había prohibido tocar o comer alguno de ellos. En el pasaje el Señor le deja un enseñanza a Pedro respondiéndole: “Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro” (verso 15). Al mismo tiempo, Dios se le manifestó también a un centurión llamado Cornelio quien era temeroso de Dios junto con toda su familia, pidiéndole que fuera a buscar a Pedro y lo llevara hasta su casa. Dios se cogió de esta visión para demostrarle a Pedro que su misión no solamente era para judíos sino para toda la humanidad: “Pedro tomó la palabra, y dijo: Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia” (verso 34). Creo que el Señor iba allanándole el camino a Pablo a través de este episodio. Pues Saulo, llamado Pablo después de su conversión, fue escogido por Jesucristo para serle de gran instrumento a los gentiles. Todos los que no somos judíos, somos gentiles. ¡Gracias a Dios por Pablo de Tarso!, porque de su mensaje predicado, venimos nosotros. Lo importante para aprender a través del devocional es mirar la misericordia y amor de Dios por los seres humanos sin discriminación de razas, color, lenguas, credos, etc. El Evangelio de salvación dado por Dios a través de su Hijo Jesús, es para todo aquel que le permita entrar en su vida y crea y confiese que Jesucristo es Dios y Señor levantado de entre los muertos. Quizá podemos sentirnos como muy exclusivos de Dios al igual que les pasó a los judíos, menospreciando a los pecadores, sin recordar que donde abunda el pecado, abunda también la gracia (Romanos 5:20) y siendo piedra de tropiezo para aquellos que quieren entrar poniéndoles freno. “Él (Jesucristo) nos mandó a predicar al pueblo y a dar solemne testimonio de que ha sido nombrado por Dios como juez de vivos y muertos” (verso 42). Esto es lo que tenemos que hacer: predicar a tiempo y a destiempo; a los que se creen buenos y piadosos como a los grandes criminales y transgresores de la ley. No podemos menospreciar al pecador con exclamaciones como ésta: “¡Ese(a), no tiene perdón de Dios!”. Resulta que todos tenemos el perdón de Dios si nos acercamos a Él con corazón contrito y humillado. El Señor Jesús, fue colgado en medio de dos malhechores, sin embargo uno de ellos ese mismo día fue a gozar en el reino de Dios, de su Salvador Jesucristo. ¿Quiénes somos nosotros para impedirlo?

Un abrazo y bendiciones.

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