miércoles, 14 de abril de 2010

En ningún otro hay salvación

De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos.

Hechos 4:12.

Lectura diaria: Hechos 4:1-22. Versículo del día: Hechos 4:12.

ENSEÑANZA

Los gobernantes de Jerusalén, sus ancianos y maestros de la ley no podían entender como Pedro y Juan habían sanado al mendigo lisiado. Lo anterior obligó a Pedro a levantarse con osadía y decirles que la sanidad se había realizado gracias al nombre de Jesús de Nazaret crucificado por ellos pero resucitado por Dios (versos 8-10), Jesucristo, la piedra desechada por los constructores y llegada a ser la piedra angular; “en ningún otro hay salvación”, solamente en Él que se hizo propicio a Dios por todos nosotros. Su sublime sacrificio bastó para que ya no se tuviera que realizar ningún otro acto de expiación por el pecado o la contaminación, como en el Antiguo Testamento. Con la muerte del Señor el velo del templo se rasgó, simbolizando según la tradición, el acceso del cristiano directamente a Dios. Ya quedaban sin valor y obsoleto, todo ritual de purificación ya fuera por el pecado o por infección alguna (Levítico nos habla sobre todos estos rituales; sería importante leerlos para saber y entender la magnitud del sacrificio del Señor). Esto nos muestra que el Señor Jesucristo no sólo se llevó en la cruz nuestros pecados sino también todas nuestras enfermedades. ¡Gloria a Dios! Ahora tenemos en Cristo la salvación, el perdón de pecados y la sanidad física. Simplemente tenemos que llegar a sus píes y reconocerle como Señor y Salvador, conscientes de lo que dice su Palabra: “En ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos”. ¿Quieres aceptar esa Piedra Angular para ser salvo? O al contrario, ¿también deseas desecharla? Si tu respuesta es sí a la primera pregunta te invito a orar conmigo de la siguiente manera: Señor Jesucristo, reconozco que viniste a morir por mí, acepto tu sacrificio en propiciación por mis pecados y mis enfermedades y hoy acepto recibirte como mi Señor y Salvador personal; ven a morar conmigo. Gracias por lo que hiciste en esa cruz por mí, gracias por perdonar mis pecados y darme la salvación eterna. En tu nombre Jesús, amén. ¡Te felicito! Un día como hoy; un 14 de abril de hace muchos años, yo hice una oración igual que ésta y a pesar de las dificultades, jamás me he arrepentido de haber podido conocer a mi Señor Jesucristo. El caminar con Él es una experiencia maravillosa, la cual tú vas a empezar a disfrutar desde ahora.

Un abrazo y bendiciones.

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