lunes, 12 de abril de 2010

Al igual que Pedro

Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quienes ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.

Hechos 2:36.

Lectura diaria: Hechos 2:14-40. Versículo del día: Hechos 2:36.

ENSEÑANZA

Pedro destacado entre los discípulos, forma parte del grupo de los tres más íntimos de Jesús y a menudo actúa en nombre de los doce. Su confesión en Cesarea es muy significativa, pues la pregunta de “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Marcos 8:27), iba dirigida a todos; sin embargo fue él quien contestó que Jesús era el Cristo, revelación hecha por el Padre. También fue testigo de la Transfiguración. Se jactaba en sus promesas de lealtad, pero en el fondo era débil. Esta debilidad lo llevó a negar al Señor tres veces en un plazo muy corto de tiempo. Difícil entender que después de haber estado tan íntimamente ligado a su “Maestro”, no hubiera tenido el valor ni el carácter para reconocerlo ante sus enemigos. Aún así, este hombre al igual que todos los demás discípulos, después de la Ascensión, esperaba al Consolador prometido por Jesús. En Pentecostés, cuando estaban juntos en el mismo lugar, fueron llenos del Espíritu Santo; empezaron a hablar en diferentes lenguas y se llenaron de poder. Poder que hizo levantar a Pedro y ministrarle a la multitud hasta hacerlos sentir conmovidos y querer llegar también a los píes de Jesús: “Y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: –Hermanos, ¿qué debemos hacer? Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados –les contestó Pedro–, y recibirán el don del Espíritu Santo” (versos 37-38). Creo que todos en algún momento hemos sido “Pedros”, especialmente cuando estamos muy pequeños en el cristianismo; pero gracias a Dios la promesa del Espíritu Santo también es para nosotros y desde el mismo momento en que recibimos en el corazón al Señor Jesucristo, entran a morar los tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así que ya tenemos al Espíritu Santo, Él es un regalo para todos los creyentes y lo que nos queda por hacer es pedirle que nos llene para gozar de su fruto completo (Efesios 5:18). Cuando estamos llenos del Espíritu, Él nos dirige, da poder y abre puertas para alcanzar a otros para Cristo. Nos levantamos como Pedro y sin ningún temor proclamamos el Evangelio del Señor Jesucristo para salvación del mundo. Así, que si tu caso ha sido el del apóstol líder, no te asustes ni te detengas por eso, pídele al Espíritu Santo que te llene de poder y seguridad y empieza a predicar su mensaje. Si lo has negado tres veces, Dios te dará la oportunidad de arrepentirte y proclamarlo muchísimo más que tres.

Un abrazo y bendiciones.

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