viernes, 23 de abril de 2010

El mandato de predicar a los gentiles

Así nos lo ha mandado el Señor: Te he puesto por luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra.

Hechos 13:47.

Lectura diaria: Hechos 13:13-52. Versículo del día: Hechos 13:47.

ENSEÑANZA

Pablo y Bernabé se encontraban en la sinagoga de Antioquía (ciudad de Siria. Llegó a ser la tercera del imperio romano). Los jefes de la sinagoga mandaron a decirles: Hermanos, si tienen algún mensaje de aliento para el pueblo, hablen” (verso 15b). Pablo se dirigió entonces a judíos y gentiles. Les dio una cátedra sobre la historia de Israel y cómo Dios a través de su siervo David cumplió la promesa de proveer a Israel un salvador, que es Jesús: “Nosotros les anunciamos a ustedes las buenas nuevas respecto a la promesa hecha a nuestros antepasados”; “Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Jesús se les anuncia a ustedes el perdón de los pecados” (versos 23 y 38). Al sábado siguiente, se congregó casi toda la ciudad, lo cual despertó los celos y envidia de algunos judíos, “Pablo y Bernabé les contestaron valientemente: “Era necesario que les anunciáramos la palabra de Dios primero a ustedes. Como la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, ahora vamos a dirigirnos a los gentiles” (verso 46). En los actuales tiempos, entre los mismos gentiles que somos todos los que no somos judíos, también se encuentran quienes rechazan el mensaje de salvación. La mayoría, porque el celo por su religión no les deja ver quien era en verdad Jesús de Nazaret. Tenemos que entender y así mismo explicar a los demás que el cristianismo no es en sí una religión sino una forma de vida; es Cristo en uno. Dios no está interesado en religiones ni fanatismos; está interesado en corazones sinceros y doblegados a Él. Corazones que acepten el regalo que dispuso para la humanidad: la salvación a través de su Hijo Jesús. El mandato dado a Pablo es para todos los creyentes en Cristo: Llevar su mensaje de salvación a todo lugar, a fin de alcanzar el mundo para Él. Cada día nos asombran más las muertes inesperadas. En mi país, Colombia, en esta semana que hasta ahora está culminando sucedieron dos hechos trágicos que nos ponen a pensar y a reflexionar: El primero, ocurrido entre dos helicópteros del ejército, donde por fallas humanas, despegaron al tiempo, muriendo altos oficiales colombianos. Hacía unos minutos atrás, a unos de estos hombres se les había rendido homenaje, exaltándolos y subiéndolos en su rango militar sin saber que sólo lo poseerían por muy poco tiempo. Ayer, la noticia del suicidio de una bella niña, modelo y presentadora de televisión, conmovió a todo el país. En los dos casos yo me preguntaba: ¿En dónde quedan la fama y la riqueza de este mundo? Así mismo, me contestaba: ni la fama, la belleza, el dinero, los honores y los títulos son eternos. Aquí todos somos iguales y todos vamos camino a la muerte; la diferencia está después de ésta, ¿por cuál senda seguimos: la de la vida eterna o la del fuego eterno? Nadie tiene la vida comprada, en cualquier momento nos puede llegar la hora. ¿Estás preparado para morir? ¿Estás seguro para donde irías si ocurriese hoy mismo tu muerte? Como no quiero ser partícipe de tu condenación y atendiendo a lo aprendido en el devocional, te invito a hacer conmigo esta oración: Padre, gracias por el regalo de la salvación que me has dado a través de Jesucristo. Señor Jesús, hoy te entrego mi vida y acepto el perdón de pecados ofrecidos por mí en esa cruz. Gracias Jesús por venir a morar conmigo y por darme la vida eterna. En tu nombre Jesús, amén. Aprendamos la lección dejada por Pablo y mandada por el mismo Señor: Compartir en todo tiempo, porque como dice la canción, “quizá para mañana sea tarde”.

Un abrazo y bendiciones.

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