martes, 27 de abril de 2010

A un Dios desconocido

Pues bien, eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que yo les anuncio.

Hechos 17:23.

Lectura diaria: Hechos 17:16-34. Versículo del día: hechos 17:23.

ENSEÑANZA

Pablo nos asombra con sus argumentos y estrategias para saber llegar con el mensaje a los incrédulos. Como observó que existía un altar con la descripción: “A UN DIOS DESCONOCIDO”, estratégicamente se cogió de la frase para hacerle entender a los griegos que ese Dios desconocido por ellos era el creador del cielo y de la tierra. Ese Dios formó al hombre e hizo todas la naciones, determinando periodos y fronteras con un fin: “Para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren” (verso 27), dice. Dios se manifiesta al hombre de diferentes maneras y una de ellas es su propia creación. ¿Quién no se extasía ante un atardecer como el llanero? O ¿Ante una catarata como la del Niágara? ¿Quién no se estremece cuando la tierra tiembla y el ganado brama hacia el cielo, hincando sus patas? O ¿Cuándo la belleza de las flores nos arrebata el aliento? O ¿Ante los ríos majestuosas que cruzan por la tierra? ¡La naturaleza misma proclama la obra de Dios! (Salmo 19:1-6). Bien dice el apóstol, “para que todos lo busquen y aunque sea a tientas lo encuentren”. Si nosotros no hablamos, hasta las piedras hablaran. Nuestro deber es cogernos como Pablo de cualquier táctica, para anunciar el evangelio. Seamos obedientes porque el mundo está esperando respuestas efectivas y el único que puede ofrecerlas es Dios. El hombre está vacío y no tiene cómo vencer. Necesita llenar su vida con hechos reales. Busca la verdad, la justicia y la paz sin encontrar el camino correcto. Si callamos, otros vendrán y como están ávidos de algo diferente se agarrarán de lo que primero esté a su alcance (Nueva era, vicios, doctrinas falsas, etc.). ¿Crees que seguramente existe un Dios, pero nada más? Déjame decirte que ese Dios que aún no conoces es el que yo te quiero presentar. El Dios que no escatimó ni a su propio Hijo para redimirte a ti. A ese Dios desconocido por ti, podemos en este instante hablarle: Dios, algo remoto me habla de tu existencia pero en mi poca fe e ignorancia poco puedo saber. Ahora entiendo que la misma naturaleza se manifiesta en todo su esplendor para anunciar tu nombre. Quiero conocerte y permitir que tu Hijo Jesús more en mí. ¡Te necesito Cristo! ¡Ven a mi corazón! Amén.

Un abrazo y bendiciones.

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