lunes, 13 de julio de 2009

Y todo lo que hagan, háganlo en el nombre de Jesús con acción de gracias

Y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.

Colosenses 3:17

El apóstol Pablo nos deja claramente unas normas de comportamiento que nos van a ayudar tanto en nuestra propia vida como en el matrimonio y el trabajo.

Primero llega directamente a la persona como tal. Nos recomienda hacer morir todo lo que provenga de la naturaleza carnal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia. También exhorta a dejar el enojo, la ira, la malicia, la calumnia y el lenguaje obsceno. En la nueva naturaleza, es decir en Cristo Jesús no debe existir tampoco la mentira ni la discriminación. Para Dios todos somos iguales. Como escogidos de Dios, debemos ser amables, bondadosos y humildes, demostrando siempre amor, tolerancia y perdón.

En cuanto a la familia, Pablo exhorta a la mujer a someterse a su marido. Este sometimiento no debe tomarse como el de ultraje y humillación, sino más bien como quien se somete por amor a Dios. El esposo a su vez debe amarla y respetarla como a su propio cuerpo. Siempre se toma en el matrimonio el ejemplo de Cristo respecto a su Iglesia. Cristo la amó y se entregó por ella hasta la muerte. De igual manera debe hacerlo el esposo, estar dispuesto si es necesario a morir por su esposa. Para los hijos también hay un mandato: obedecer a sus padres. Recordemos que honrar a padre y madre es el primer mandamiento con promesa; y de paso, Pablo también le deja bien claro a los padres que no pueden desesperar a sus hijos, hay que educarlos pero con sabiduría y amor para que no se desvíen del camino del Señor.

Dios es demasiado detallista y nada se le olvida, por eso también piensa en la relación obrero-patronal. Recomienda a los amos o patrones darles todo lo justo y ser equitativos con sus trabajadores, pues ellos darán cuenta al Amo mayor que es Dios. Los obreros o empleados obedecerles y ser responsables de lo encomendado, trabajando como para Dios y no como para nadie del mundo, con integridad de corazón.

De todas maneras, dice el apóstol, “todo lo que hagan, háganlo como para el Señor”. Esta es la mejor clave para no amargarnos ni sufrir por las obligaciones tanto del hogar como del trabajo. Espero que todos las pongamos en práctica para dejarlas como modo de vida, que atenúe las cargas y permita llevar relaciones cordiales y amables en toda situación.

Un abrazo y bendiciones.

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