sábado, 25 de julio de 2009

Perdónanos nuestra perversidad

Vuélvete, Israel al Señor tu Dios… Vuélvete al Señor con este ruego: perdónanos nuestra perversidad y recíbenos con benevolencia, pues queremos ofrecerte el fruto de nuestros labios.

Oseas 14:1-2.

Hay momentos en los cuales debemos hacer un alto, reflexionar sobre nuestra vida y actitudes y humildemente lanzarnos a los píes del Señor para pedirle perdón por nuestras transgresiones y si es el caso con corazón humilde también acercarnos a quienes hemos ofendido para hacer lo mismo. La humildad es clave en este proceso: tiene que haberla tanto para ofrecer disculpas como para concederlas.

Si queremos bendición, debemos recurrir al arrepentimiento genuino. No importa lo grande que puedan parecer nuestros pecados. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos cómo la púrpura? ¡Quedarán como la lana! La certeza y tranquilidad es que nuestro Padre, siempre estará dispuesto a escucharnos y su misericordia no tiene límites “tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente” Salmo 103:12.

A veces nos asalta el temor de ver el tiempo pasar y no tener resultados positivos sobre familiares por los cuales continuamente oramos para que sus vidas den un giro total y definitivamente volteen los ojos hacia Dios. O puede ocurrir, que la ruina, pobreza y miseria hayan caído en nuestro hogar como ráfagas impetuosas. Analicemos los casos y pidámosle al Señor discernimiento porque hay situaciones donde los pecados pasan de generación en generación y es ahí, donde tenemos el deber de escudriñar hasta lo más profundo de nuestras vidas y pedir perdón aún por los pecados dejados por nuestros ancestros.

En Oseas, más adelante se encuentra la respuesta de Dios al corazón arrepentido: “Yo seré para Israel como el rocío, y lo haré florecer como lirio… Sus vástagos crecerán, y tendrán el esplendor del olivo…Echarán renuevos, como la vid, y serán tan famosos como el vino del Líbano” Oseas 14:5-7.

Si en la generación de mis padres y en la mía he visto pecados arraigados como adulterio, alcoholismo, rebeldía, etc. o he comprobado pobreza y ruina, no tengo porqué amedrentarme. Tengo la certeza de que con mi arrepentimiento, Dios puede cambiar las descendencias futuras y mis vástagos florecerán y tendrán el esplendor del olivo.

¡Gracias Señor porque a través de mis hijos he visto tu fidelidad y el esplendor del olivo! ¡Esa es una auténtica muestra de tu gran amor!

Un abrazo y bendiciones.

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