miércoles, 22 de julio de 2009

¡Siembren para ustedes justicia!

¡Siembren para ustedes justicia! ¡Cosechen el fruto del amor, y pónganse a labrar el barbecho! ¡Ya es tiempo de buscar al Señor!, hasta que él venga y les envíe lluvias de justicia

Oseas 10:12.

Al leer la nota introductoria del libro de Oseas que dice: “Mire más allá del sufrimiento de Oseas para contemplar un ejemplo extraordinario del amor de Otro que no renuncia a su propósito”. Al leer esta nota introductoria del Libro de Oseas, me cuestiono ¿será que el amor de Dios se manifestará proporcionalmente a la aflicción y el dolor? O sea, ¿que a mayor dolor, mayor amor?

Le he pedido al Señor me ilumine con su Santo Espíritu, para poder descifrar a cabalidad el versículo anunciado. Veamos por partes: ¿Cuál es esa justicia? Investigando en el diccionario Bíblico de todo cuanto se habla sobre justicia me guío hacia una justicia en el campo social. La obra salvadora de Dios con su amparo a los pobres, huérfanos y viudas; ir en rescate del oprimido vindicándolo con bondad y misericordia (Salmo 145:7; Oseas 2:19).

Entiendo entonces, que si yo he ganado la justicia divina a través de mi relación personal con Dios, mi camino de justicia de la mano de Jesús debe ser la equivalente al nuevo modo de vivir por la fe en Él, la que motive mi ser a preocuparme no solamente por la salvación del prójimo sino por todo su ser: espíritu, alma y cuerpo.

¡Cosechen el fruto del amor! El amor verdadero, el que todo lo da a cambio de nada, no es tan fácil como parece. Va más allá de lo natural para convertirse en sobrenatural; de lo contrario es difícil practicarlo, porque ¿quién por sus propios medios puede perdonar cuando se han tocado las fibras más íntimas de su ser? Es cosechar el amor de 1ª. Corintios 13:4-7.

¿De cuál barbecho me habla Dios? El barbecho es lo que ya no sirve. Lo descartado, lo inservible. El rastrojo que se arrastra por el suelo. Quizá esta parte es la menos entendible. Se ara en tierra fértil, pero arar y pretender dar fruto en lo estéril, es bien difícil. Ahí debe encontrarse el meollo del asunto: Dios desea que labremos aquello que hemos despreciado, Él se encargará de engrandecerlo. ¿Cómo? No tengo ni la menor idea, pero si manda hacerlo, por algo será. Escarbemos hasta el fondo ese rastrojo para ponerlo a producir.

Para completar la penuria, dice que es tiempo de buscarle. En cierto modo esto es una paradoja. ¿A pesar de todo el dolor y sufrimiento Dios quiere que le busque? Sí, definitivamente sí, no tenemos otra alternativa, tal vez, es la única manera de tenernos cerca a su corazón y de no perder la intimidad con Él. “Hasta que él venga y nos envíe lluvias de justicia”.

¡Ven pronto Señor porque ya no resisto más! ¡Te necesito tanto! Así como me pides justicia, también necesito la tuya. ¡Envíala torrencialmente!

Un abrazo y bendiciones.

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