sábado, 4 de julio de 2009

Pero aún si nuestro Dios no lo hace así, no honraremos a sus dioses

Pero aún si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a su dioses ni adoraremos a su estatua

Daniel 3:18.

Admirable la decisión de estos jóvenes, quienes a pesar de la ira del rey y de saber que serían lanzados al horno de fuego, no se acobardaron y fueron capaces de desafiar a sus opositores con palabras sabias y radicales.

Quizá en esta época no tenemos que afrontar las mismas situaciones. Sin embargo, no se necesita tener al frente una estatua o diosa para inclinarse. Estos muchachos fueron íntegros, tenían un conocimiento verdadero de Dios y su convicción profunda no los haría desmayar. Su actitud es un gran ejemplo y nos hace reflexionar sobre nuestro proceder no en casos tan extremos como ese, pero preguntémonos: ¿cuántas veces se convence a las personas de actitudes más pequeñas aparentemente, pero que a la larga conllevan a deshonrar el nombre de Dios? Ejemplos hay innumerables: mentiras que llegan a la calumnia por favorecer a otros; firmas que se dan, así no se esté de acuerdo, porque el trabajo lo exige; dineros que compran conciencias y aún vidas, etc. ¿Tenemos el coraje de levantarnos y decir “no lo hago, va contra mis principios”? ¿O simplemente nos dejamos llevar por los demás, sin carácter ni personalidad y resultamos siendo cómplices de la mentira y la corrupción?

Dios es soberano sobre todas las cosas y tiene un plan específico con cada uno de nosotros. Tenemos que seguir sus lineamientos a pesar de. El mundo nos puede ofrecer placeres y recompensas materiales, pero nuestra meta no está aquí, la carrera no termina todavía y de todo acto le daremos cuenta a Dios. El creyente debe estar seguro de su confianza y puesto los ojos en el autor y consumador de la fe, a pesar de las circunstancias. El verdadero cristiano no falla en su obediencia a Él, por acatar disposiciones humanas.

Esforcémonos y por encima de todo seamos consecuentes en nuestras convicciones y compromiso con Dios, sin importar las consecuencias. Cuando somos íntegros en nuestra relación con el Señor, a pesar de la adversidad Él nos demuestra su lealtad y fidelidad.

Un abrazo y bendiciones,

Dora C.

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