jueves, 30 de julio de 2009

Predica la Palabra

Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar

2ª. Timoteo 4:2.

A los cristianos se nos ha encomendado una misión dada directamente por el Señor Jesucristo en Mateo 28 “Por tanto vayan y hagan discípulos”. Discípulos de Cristo, cuyo reino no es de este mundo; eso quiere decir que como hijos de Dios, tenemos una ciudadanía extra, la mejor: la patria celestial. En resumen, aquí somos embajadores de Cristo (2ª. Corintios 5:20). ¿Quién es un embajador? El Diccionario Larousse define al embajador como el representante de un Estado. Representa a la persona misma del jefe del Estado que lo envía.

Entonces, nuestra misión como embajadores del Rey de reyes es dar a conocer esa patria celestial. Jesús se presenta como el que proclama el reino de Dios y debemos proclamar pública y abiertamente la actividad redentora de Dios en Jesucristo y por medio de Jesucristo.

Evangelizar es llevar el mensaje; predicar la Palabra para que otros la escuchen y también entren a formar parte de ese nuevo reino, de la patria celestial que nos espera. Como buenos embajadores tenemos que darla a conocer, promocionarla, informar sobre su belleza, su herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable (hebreos 1:4). Somos herederos de la Nueva Jerusalén, la ciudad ataviada con oro y piedras preciosas, “preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido” (Apocalipsis 21:2), para recibir al Rey.

Hace años cantábamos el siguiente coro “Jerusalén, Jerusalén, que bonita eres; calles de oro, mar de cristal. ¡Por esas calles yo voy a caminar!”. En mi memoria siempre ha perdurado esta canción, meditando y preguntándome ¿cómo será tanta belleza? Ahora que nuestra niña llegó de Canadá y nos cuenta sobre la tranquilidad, el orden, la paz que se respira allí y de sus hermosas casas que no son casas sino mansiones, ella me decía entusiasmada porque desearía vivir en ese país: “mami, es todo como tú quieres”. Si eso es lo terrenal, ¿cómo será la Jerusalén descrita en apocalipsis 21 y de la cual somos herederos?

Por eso no debemos callar; debemos ser persistentes y hacerlo a tiempo y a destiempo. Contra viento y marea. Muchos son los que están esperando escuchar noticias buenas y agradables; son otros tantos los que van por mal camino derecho a la perdición y no podemos quedarnos inermes. Como Pedro y Juan “nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:20). ¡Ay de mí si no predico el evangelio! Clama Pablo en 1ª.Corintios 9:16. Mi deseo es que ese sea el sentir de todos. El Señor Jesús nos permita compartir con otros la herencia de nuestra patria celestial.

Un abrazo y bendiciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hermana Dios te bendiga soy de Barranquilla y me ha gustado muchisimo tu blog. te felicito, que Dios te siga usando.

Dora C. dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Sé que va muy tarde, pero mejor es tarde que nunca. Un abrazo y bendiciones.