Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar
2ª. Timoteo 4:2.
A los cristianos se nos ha encomendado una misión dada directamente por el Señor Jesucristo en Mateo 28 “Por tanto vayan y hagan discípulos”. Discípulos de Cristo, cuyo reino no es de este mundo; eso quiere decir que como hijos de Dios, tenemos una ciudadanía extra, la mejor: la patria celestial. En resumen, aquí somos embajadores de Cristo (2ª. Corintios 5:20). ¿Quién es un embajador? El Diccionario Larousse define al embajador como el representante de un Estado. Representa a la persona misma del jefe del Estado que lo envía.
Entonces, nuestra misión como embajadores del Rey de reyes es dar a conocer esa patria celestial. Jesús se presenta como el que proclama el reino de Dios y debemos proclamar pública y abiertamente la actividad redentora de Dios en Jesucristo y por medio de Jesucristo.
Evangelizar es llevar el mensaje; predicar la Palabra para que otros la escuchen y también entren a formar parte de ese nuevo reino, de la patria celestial que nos espera. Como buenos embajadores tenemos que darla a conocer, promocionarla, informar sobre su belleza, su herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable (hebreos 1:4). Somos herederos de la Nueva Jerusalén, la ciudad ataviada con oro y piedras preciosas, “preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido” (Apocalipsis 21:2), para recibir al Rey.
Hace años cantábamos el siguiente coro “Jerusalén, Jerusalén, que bonita eres; calles de oro, mar de cristal. ¡Por esas calles yo voy a caminar!”. En mi memoria siempre ha perdurado esta canción, meditando y preguntándome ¿cómo será tanta belleza? Ahora que nuestra niña llegó de Canadá y nos cuenta sobre la tranquilidad, el orden, la paz que se respira allí y de sus hermosas casas que no son casas sino mansiones, ella me decía entusiasmada porque desearía vivir en ese país: “mami, es todo como tú quieres”. Si eso es lo terrenal, ¿cómo será la Jerusalén descrita en apocalipsis 21 y de la cual somos herederos?
Por eso no debemos callar; debemos ser persistentes y hacerlo a tiempo y a destiempo. Contra viento y marea. Muchos son los que están esperando escuchar noticias buenas y agradables; son otros tantos los que van por mal camino derecho a la perdición y no podemos quedarnos inermes. Como Pedro y Juan “nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:20). ¡Ay de mí si no predico el evangelio! Clama Pablo en 1ª.Corintios 9:16. Mi deseo es que ese sea el sentir de todos. El Señor Jesús nos permita compartir con otros la herencia de nuestra patria celestial.
Un abrazo y bendiciones.
2 comentarios:
hermana Dios te bendiga soy de Barranquilla y me ha gustado muchisimo tu blog. te felicito, que Dios te siga usando.
Muchas gracias por tu comentario. Sé que va muy tarde, pero mejor es tarde que nunca. Un abrazo y bendiciones.
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