viernes, 5 de junio de 2015

El Hijo de Dios espera por ti



Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron: ¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios! 
Mateo 27:54.

Lectura: Mateo 27:45-56.  Versículo del día: Mateo 27:54.

MEDITACIÓN DIARIA

¿Qué cosas sucedieron cuando el Señor Jesús murió?  Dice la Biblia que: la cortina del templo se rasgó en dos; la tierra tembló y se partieron las rocas; se abrieron los sepulcros y muchos santos resucitaron (vv. 51-53). Impacta ver que los que exclamaron que verdaderamente Jesús era el Hijo de Dios, fueron los gentiles. ¿Hasta dónde tenían los judíos el corazón endurecido? Definitivamente, los eruditos de la ley no daban el brazo a torcer porque quizá se sentían muy cómodos en sus posiciones y el pensamiento de un Rey que los gobernara como era lo que ellos creían que sucedería, los destronaría de sus glorias.
En cierto modo, me da la impresión que ahora sucede lo mismo. Dios tratando de llegar a las personas de diferentes maneras, y el hombre rebelde buscando sus propios intereses, considera que si acepta a Jesús como Señor y Salvador de su vida, va a tener que dejar su posición de pronto muy alta; o que el Señor le va a quitar lo que ha logrado alcanzar. El Señor no va en pos de las personas, ni de sus posiciones o riquezas, va tras su alma perdida. Eso es lo que le interesa a Jesús. Sí hay que tener en cuenta, que Dios exige de nosotros la máxima adoración y que no haya absolutamente nada por encima de Él. El Señor es experto en ir sanando corazones y limpiando nuestra casa, pero lo hace de tal manera que es difícil decirle: ‘no’. “Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor     ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama” (Hebreos 12:5-6).
Ahora no tienes que presenciar nada como en aquella época. Su Palabra lo dice todo y por fe lo creemos y aceptamos. Jesús dijo ser quien en realidad es y espera por ti. En verdad, Él es el Hijo de Dios. Reconócelo al igual que lo hizo el centurión. Te va a dar más de lo que imaginas y el mejor regalo: la vida eterna. Si ese es tu deseo, te invito a orar así:

Señor Jesucristo: Reconozco que eres el Hijo de Dios quien vino a morir en mi lugar. Te entrego mi vida; perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y limpiarme; gracias por el regalo de la salvación que me ofreces para estar a tu lado en el cielo, cuando decidas llevarme contigo. Amén.

Un abrazo y bendiciones.

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