Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos delante de la gente. —Soy inocente de la sangre de este hombre —dijo—. ¡Allá ustedes!Mateo 27:24.
Lectura: Mateo
27:11-26. Versículo del día: Mateo
27:24.
MEDITACIÓN DIARIA
Si pensamos
profundamente en Pilato nos queda la inquietud de si obró bien o mal. Conozco
incluso personas que creen que él se salvó, aunque yo no estoy segura de opinar
lo mismo. Y es que el lavarse las manos como queriendo decir: ‘no tengo que ver
con el asunto’ deja mucho que desear. Si Pilato era el gobernador de Judea,
tenía toda la autoridad para decidir y dar un veredicto justo y sin embargo, no
lo hizo. ¿Por qué? Quizá el amor al poder y el miedo de un desorden público que
lo pusiera en ridículo delante de sus superiores no le permitieron dictar una
sentencia justa. Yo lo percibo como indeciso y a la vez débil de carácter. El
caso es que permitió que los judíos mataran al Señor Jesús.
De todas maneras, voy
al asunto: se peca deliberadamente y se peca por omisión. Si nosotros creemos
que por el hecho de lavarnos las manos ya no somos pecadores estamos mal.
Muy seguramente, estamos obrando de acuerdo a lo que tenemos en el
corazón y con este hecho, más bien queremos culpar a otros y salir con el ‘Yo’
inocente. Pidámosle al Señor integridad total; que nos de la capacidad de obrar
correctamente sin dejarnos llevar por las apariencias ni por lo que opinen los
demás. Tener el suficiente coraje de llamar pan, pan a lo que es pan; y vino, vino
a lo que es vino sin titubear. De nada sirve lavarse las manos, si el corazón
está manchado por dentro.
Amado Señor: Permite
que nuestro corazón esté completamente bañado y limpiado para que de ese mismo
modo actúe frente a las decisiones que se nos presentan a diario. Pon bondad y
amor en nosotros de manera que nuestros actos demuestren rectitud y sinceridad. Que no nos lavemos las manos
como excusa, para no hacer el bien. ¡Gracias bendito Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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