domingo, 28 de junio de 2015

Un corazón regenerado por el Espíritu Santo




Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no es más que un mandato enseñado por hombres. 
Isaías 29:13.


Lectura: Isaías 29:13-16.  Versículo de día: Isaías 29:13.

MEDITACIÓN DIARIA

Considero que debemos reflexionar mucho sobre el versículo del día puesto que si nos llamamos cristianos tenemos que disponer el corazón a Dios. Las iglesias cada día están más llenas de personas que dicen convertirse al cristianismo y la decisión de aceptar a Jesús como Señor y Salvador de su vida se ha tomado muy a la ligera. La mayoría de los convertidos, simplemente se han trasladado de una religión a otra. Su fe es solamente para los domingos o días del culto: oran, cantan, dan sus ofrendas y salen nuevamente a la calle a hacer todo lo contrario de lo que predican o dicen conocer. Esto es obrar doblemente; en una palabra ser hipócrita. El Señor por esas actuaciones reprendió duramente a los fariseos y saduceos cuando estuvo con ellos, llamándolos incluso ‘sepulcros blanqueados’: predican una cosa y hacen completamente lo contrario. Así está ahora su Iglesia; hay envidia, idolatría, orgullo, prepotencia, altivez, adulterios, injurias, celos, contiendas, mentiras, y todo lo demás que sale de la naturaleza pecaminosa (Gálatas 5:21). Pero gracias al Señor que conociéndonos dejó al bendito Consolador y por eso es tan importante dejarse gobernar por el Espíritu Santo; es Él quien nos convencerá de pecado y nos guiará a toda verdad (Juan 16:8 y 13).
Si Dios nos manda a guardar el corazón por encima de todo, es porque sabe que es allí donde se sienta lo que contamina al hombre; y si en verdad nos decimos cristianos, tenemos que darle campo al Espíritu Santo para que haga su obra regeneradora y empecemos a hablar lo que verdaderamente está en el corazón nuevo.

Amado Señor: humildemente venimos a Ti para que mires lo que se esconde dentro de nuestro corazón, y si todavía existe algo que lo esté dañando, te pedimos que permitas que tu Santo Espíritu lo tome y llene con su presencia para ir desechando lo malo y colmarlo completamente de su fruto apacible y saludable. Así iremos a alabarte, adorarte y servirte con sinceridad. ¡Gracias por tu misericordia buen Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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