Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no es más que un mandato enseñado por hombres.Isaías 29:13.
Lectura: Isaías
29:13-16. Versículo de día: Isaías
29:13.
MEDITACIÓN DIARIA
Considero que debemos
reflexionar mucho sobre el versículo del día puesto que si nos llamamos cristianos
tenemos que disponer el corazón a Dios. Las iglesias cada día están más llenas
de personas que dicen convertirse al cristianismo y la decisión de aceptar a Jesús
como Señor y Salvador de su vida se ha tomado muy a la ligera. La mayoría de
los convertidos, simplemente se han trasladado de una religión a otra. Su fe es
solamente para los domingos o días del culto: oran, cantan, dan sus ofrendas y
salen nuevamente a la calle a hacer todo lo contrario de lo que predican o
dicen conocer. Esto es obrar doblemente; en una palabra ser hipócrita. El Señor
por esas actuaciones reprendió duramente a los fariseos y saduceos cuando
estuvo con ellos, llamándolos incluso ‘sepulcros blanqueados’: predican una
cosa y hacen completamente lo contrario. Así está ahora su Iglesia; hay
envidia, idolatría, orgullo, prepotencia, altivez, adulterios, injurias, celos,
contiendas, mentiras, y todo lo demás que sale de la naturaleza pecaminosa
(Gálatas 5:21). Pero gracias al Señor que conociéndonos dejó al bendito Consolador
y por eso es tan importante dejarse gobernar por el Espíritu Santo; es Él quien
nos convencerá de pecado y nos guiará a toda verdad (Juan 16:8 y 13).
Si Dios nos manda a
guardar el corazón por encima de todo, es porque sabe que es allí donde se
sienta lo que contamina al hombre; y si en verdad nos decimos cristianos,
tenemos que darle campo al Espíritu Santo para que haga su obra regeneradora y empecemos
a hablar lo que verdaderamente está en el corazón nuevo.
Amado Señor:
humildemente venimos a Ti para que mires lo que se esconde dentro de nuestro
corazón, y si todavía existe algo que lo esté dañando, te pedimos que permitas
que tu Santo Espíritu lo tome y llene con su presencia para ir desechando lo
malo y colmarlo completamente de su fruto apacible y saludable. Así iremos a alabarte,
adorarte y servirte con sinceridad. ¡Gracias por tu misericordia buen Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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