martes, 9 de junio de 2015

Mi Dios es un Dios sanador




Pero él salió y comenzó a hablar sin reserva, divulgando lo sucedido. 
Marcos 1:45.


Lectura: Marcos 1:40-45.  Versículo del día: Marcos 1:45.

MEDITACIÓN DIARIA

Cuando Jesús pasaba por Galilea, un hombre con lepra le salió al encuentro y le pidió que lo sanara. El Señor lo sanó pero le pidió que no se lo dijera a nadie; sin embargo, el hombre fue y lo divulgó. No lo culpo; es que es bien difícil ver la gloria de Dios manifestada en nuestras vidas y quedarnos callados. Claro que tal parece que por este motivo el Señor no pudo entrar a los pueblos sino desde afuera proclamar las Buenas Nuevas (v. 45b y c).
Ayer precisamente en una reunión familiar vino al tema sobre la urgencia que viví hace casi tres años cuando estuve en cuidados intensivos por una pancreatitis aguda y cómo los médicos consideraban que lo más seguro era que me moría. Sin embargo, las oraciones de tantos por mí, llegaron hasta nuestro buen Padre y ocurrió un milagro: salí avante del percance. Entonces, ¿cómo quedarme callada y no proclamar a mi Señor como sanador? Toda mi familia entiende que conmigo ocurrió un milagro; y yo diría que no solamente uno, en esa ocasión fue más de uno. La pancreatitis fue originada porque tuve cálculos en la vesícula y estos se salieron rodeando el páncreas y taponándolo. Después de salir de cuidados intensivos y de la clínica fui a casa por una noche porque a la siguiente tuve que volver nuevamente en estado crítico. Mi médico había dicho que había que operar la vesícula pero no en esos momentos porque estaba demasiado inflamada y no era prudente. Sin embargo, al volver a la clínica dijo que no quedaba alternativa, había que operar y rápido. Me practicaron una laparoscopia y la vesícula no salía; el riesgo que se rompiera era alto, por lo que ya se pensaba hacer la cirugía por el método convencional y el mismo médico nos dijo al final, algo así: ‘de pronto salió la vesícula como por la mano de Dios’. Así fue: Dios mismo obró en mi cuerpo. Proclamo mi sanidad, porque al hacerlo, otros pueden tener la esperanza y confianza en que Jesús ahora en estos tiempos también hace milagros y suplicarle: “Si quieres, puedes limpiarme”, como lo hizo aquel hombre (v. 40).

Amado Señor: Gracias te doy por el amor y compasión que me has brindado. Yo proclamo  mi sanidad para que otros te conozcan como el Dios Salvador y Sanador que eres. Toda la gloria y honra te la entrego porque eres el único digno de recibirla. ¡Te amo mi Señor y Dios!

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: