sábado, 13 de junio de 2015

Añoranza de la patria celestial




Anhelo habitar en tu casa para siempre y refugiarme debajo de tus alas. 
Salmo 61:4.


Lectura: Salmo 61:1-8.  Versículo del día: Salmo 61:4.

MEDITACIÓN DIARIA

Leí el libro de Don Piper “90 minutos en el cielo” donde cuenta su experiencia real en el cielo después de ser aplastado su carro por un camión, por lo que los paramédicos lo declararon muerto. Un ministro del evangelio oró por él y el Señor lo trajo nuevamente a la tierra, pero su relato de lo que es el cielo es maravilloso.
Don dice que no tiene palabras exactas para describir en verdad lo que es llegar a este lugar asombroso por sus fulgurantes luces, la calmada paz que se vive y la música más placentera y hermosa que se pueda escuchar. En verdad, nosotros nos imaginamos ese lugar como un sitio de reposo y tranquilidad e incluso como dice la Biblia, con calles de oro y adornado con toda clase de piedras preciosas, pero nuestra mente, igual como le pasó a Don, no alcanza a dimensionar la hermosura de la patria que nos espera. Yo anhelo llegar a ese lugar, habitar para siempre allí y saber que no habrá más llanto, dolor ni frustración alguna; que solamente nos bastará con nuestro Dios para estar plácidos en su presencia. Considero que tanto David como los otros salmistas entendían muy bien lo que sería llegar a casa y por eso lo consignaban en sus cánticos: “¡Cuán hermosas son tus moradas, Señor Todopoderoso!  Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos” (Salmo 84:1-2). Creo entender perfectamente el deseo de Don por volver allí, después de haberlo vivido. Definitivamente aquí en la tierra tenemos muchas aflicciones y aunque el Señor no es ajeno a estas situaciones, no es tan fácil cargar con ellas. “De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros” (Romanos 8:18).
Recordemos que Jesús es el único camino que conduce al cielo (Juan 14:6). Mi consejo es no desperdiciar esta gracia divina ofrecida a todos en Cristo Jesús, para habitar con Él eternamente y dejarnos consentir debajo de sus alas.

Amado Señor: Sí, deseamos con todo el corazón llegar a tus atrios celestiales y morar por siempre a tu lado. Te pedimos que cada día por ese mismo deseo, nos hagas dignos de encontrarnos contigo como obreros que no tenemos de qué avergonzarnos, porque hemos aprendido a hacer tu voluntad. Gracias buen Señor por la morada que nos has ido preparando para ese glorioso tiempo. ¡Te amamos Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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