domingo, 4 de enero de 2015

La envidia que destruye




Caín habló con su hermano Abel. Mientras estaban en el campo, Caín atacó a su hermano y lo mató. 
Génesis 4:8.


Lectura: Génesis 4:1-16.  Versículo del día: Génesis 4:8.

MEDITACIÓN DIARIA

Caín mató a Abel, solo por envidia. Le quedó difícil aceptar que el Señor mirara con más agrado las ofrendas que Abel le ofrecía (vv. 3-5). Por lo visto, Caín era un tipo de hombre mediocre; no hacía las cosas tan bien como Abel. Abel se esmeraba no sólo por su trabajo sino por presentar al Señor lo mejor. Personalmente considero que lo hacía con corazón sincero, mientras Caín obraba porque le tocaba. Esta era la diferencia; pues mientras uno actuaba con humildad, el otro era orgulloso, celoso y conflictivo. Dios que conoce los corazones miraba con agrado a Abel, mas no así a Caín.
Creo que el espíritu de Caín predomina en la mayoría de personas, quienes no pueden aceptar que sean otros los que triunfen y no ellos. Vemos bastantes espejos en la sociedad tanto en las áreas políticas como familiares y de trabajo o estudio. La envidia es la reina de la ineficacia; mora en los mediocres. Por eso es mejor despertarla que sentirla. “La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual” (Miguel de Unamuno). Lo triste es saber que dentro del ámbito cristiano que se supone se busca a Dios y se alimenta de su Palabra, exista también mucha envidia. Tal vez, hay quienes muestran religiosidad en vez de verdadera piedad; “Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada” (Santiago 1:26).
Permitamos que el Señor Jesús entre en los corazones de manera total; que pueda con su amor eliminar completamente los sentimientos de envidia que acechan devorando a las personas.

Amado Señor: Gracias porque te conocemos y con tu Santo Espíritu entendemos tu Palabra que es verdad. Te pedimos que nos enseñes a vivir por el Espíritu y no seguir los deseos de la naturaleza pecaminosa que nos lleva a sentir celos, envidias, disensiones y rivalidades aún entre los mismos hermanos. Toma cada área de nuestras vidas y sé tú mismo sacando todo lo que todavía queda malévolo en ellas. ¡Gracias buen Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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