jueves, 20 de noviembre de 2014

La satisfacción de dar




Soy testigo de que dieron espontáneamente tanto como podían, y aún más de lo que podían. 
2 Corintios 8:3.


Lectura: 2 Corintios 8:1-15.  Versículo del día: 2 Corintios 8:3.

MEDITACIÓN DIARIA

Dice la Biblia que hay más dicha en dar que en recibir (Hechos 20:35), y personalmente yo lo disfruto más. Sé que el Señor va haciendo su obra de acorde a lo que necesita cada uno; y en mi caso, me enseñó a recibir y de la manera como me lo planteó, seguro que no fue nada fácil.
Dios nos pide que seamos generosos; el dar trae mucha bendición y es que no es solamente dar para la congregación donde nos reunimos o  a  los hermanos en la fe; es dar sin mirar a quién. He observado a cantidad de personas que no son cristianas y sin embargo son muy dadivosas; en ellas he podido comprobar que la bendición de Dios sobre sus vidas no se hace esperar y es que Dios no se queda con nada guardado: “Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes” (2 Corintios 9:8).  “Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará” (2 Corintios 9:6). Pablo también dice que se debe dar lo que se haya propuesto en el corazón. Esto quiere decir que sea poco o mucho, se dé con alegría y no por imposición (2 Corintios 9:7).
Personalmente estoy tan convencida de la siembra y la cosecha que me cuestiono ¿por qué hay personas a las que les cuesta tanto dar? Pienso que tal vez ellas, sin darse cuenta, tienen el dinero como un Dios. Miren: “nadie es tan rico que no le falte nada, ni tan pobre que no le sobre algo”. No nos digamos mentiras, Dios nos ha dado a todos alguna cualidad o don; entonces, pongámoslo al servicio de los demás. Yo puedo no tener un céntimo en mi bolsillo, pero tengo unos labios para pronunciar un ‘te amo’ o un ‘Dios te bendiga. También tengo unos brazos y unos hombros para consolar y ofrecerlos  para apoyarse en ellos y desahogarse si es necesario.
“No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10).  Reflexionemos sobre las prioridades al dar; obviamente primero está Dios, luego mi familia, después mis hermanos en la fe y por último mi prójimo.  ¿Qué tengo para dar? Seguro que te darás cuenta que tienes más de lo que imaginabas.

Amado Señor: Gracias por tu Palabra y por saber que a través de ella aprendemos a recibir satisfacciones y bendiciones. Pon en nuestro corazón el don de dar, no solamente dinero sino también de lo que Tú nos has dado a nosotros primero. Enséñanos a desprendernos de lo material y a compartir con otros lo que por tu infinita misericordia nos has regalado. ¡Te alabamos y adoramos Señor!  

Un abrazo y bendiciones.

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