Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!Marcos 1:15.
Lectura: Marcos
1:14-20. Versículo del día: Marcos 1:15.
MEDITACIÓN DIARIA
Antes de Jesús comenzar
su ministerio Juan el Bautista llamaba al arrepentimiento; él, solo estaba
allanando el camino del Señor. Uno más grande que él vendría (Mateo 3:2-3; 8 y 11).
Y el Señor Jesús cuando escogió a quienes serían sus discípulos, lo primero que
hizo fue llamarlos al arrepentimiento. “¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!”,
les dijo. Es muy importante tener en cuenta esto, ya que no es solamente
repetir una oración por repetirla; es entender la obra redentora de Jesús por nosotros en la cruz del Calvario y saber que
por su sangre derramada ya pagó el precio por cada uno de nuestros pecados. No
basta con presentar solo al Señor; hay que recalcar sobre el arrepentirse para
que no sea de dientes para afuera: hay que hacerlo con corazón contrito y
humillado. Cuando el profeta Natán fue a ver al rey David por el adulterio del
rey con Betsabé y el asesinato del esposo de Betsabé, él entendió la magnitud
de su pecado, lo reconoció y se arrepintió: “Yo reconozco mis transgresiones; siempre
tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo
que es malo ante tus ojos”; “Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y
quedaré más blanco que la nieve” (Salmo
51:3-4 y 7).
Personalmente considero
que sin un arrepentimiento verdadero no hay paz, ni nueva vida ni salvación. Si
ya tenemos a Jesús en nuestra vida, no hay por qué encubrir los pecados; hay
que confesarlos a Él para alcanzar su perdón (Proverbios 28:13). El arrepentimiento verdadero va más allá de
unas palabras, implica dolor: “Ahora bien —afirma el Señor—, vuélvanse a mí de
todo corazón, con ayuno, llantos y
lamentos. Rásguense el corazón y no las
vestiduras” (Joel 2:12-13).
Reflexionemos: también
fuimos llamados igual que sus primeros discípulos; creemos en las buenas
nuevas, en el Evangelio del Señor Jesucristo o sea creemos en su Palabra;
entonces, que exista el verdadero arrepentimiento. Que nos invada el deseo de
no volver a ofenderlo; de sentir tristeza y dolor por lo que fuimos y por las
veces que aun caemos.
Amado Dios: Muchas
gracias por haber permitido que tu Hijo Jesús pagara el precio que nos
correspondía. Contra ti y solo contra ti hemos pecado; límpianos y lávanos de
toda maldad. Pon un corazón nuevo y la firmeza de un espíritu arrepentido paro
no volver a pecar ni transgredirte. Gracias buen Dios.
Un abrazo y
bendiciones.
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