jueves, 23 de octubre de 2014

La riqueza verdadera permanece para siempre



No te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas. ¿Acaso has podido verlas? ¡No existen! Es como si les salieran alas, pues se van volando como las águilas. 
Proverbios 23:4-5.

Lectura: Proverbios 23:1-9.  Versículo del día: Proverbios 23:4-5.

MEDITACIÓN DIARIA

La riqueza material se esfuma y por más que se quiera retener es imposible sostenerla, porque de todas maneras con la muerte de quien la posee, también llega su culminación. Al sepulcro nadie se lleva nada; “Tal como salió del vientre de su madre, así se irá: desnudo como vino al mundo, y sin llevarse el fruto de tanto trabajo” (Eclesiastés 5:15). Si las riquezas no son bien llevadas, cambian el corazón de las personas: “Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores” (1 Timoteo 6:10).  Muchos codician y son avaros; por lo general los que más ambicionan son los más tacaños porque solo buscan sus propias ganancias y creen que dando algo se van empobrecer. De por sí, ya tienen empobrecido su corazón. Por otro lado, hoy se puede tener y mañana no. Por la mañana se ven y en la tarde ya no están; “Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente” (Eclesiastés 5:10). 
Por eso es mejor atesorar riquezas pero para el cielo. Pablo le dice a Timoteo: “A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera” (1 Timoteo 6:17-19). Esta es la verdadera riqueza, la que permanece y no se esfuma.

Amado Señor: Te pedimos que nos enseñes a valorar lo que tenemos como una dádiva más de tu amor por nosotros. Permite que nuestros corazones se enriquezcan con los frutos tuyos y que aprendamos a compartir lo que a diario nos regalas con los necesitados.

Un abrazo y bendiciones.

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