Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio. Que nuestros graneros se llenen con provisiones de toda especie. Que nuestros rebaños aumenten por millares, por decenas de millares en nuestros campos. Que nuestros bueyes arrastren cargas pesadas; que no haya brechas ni salidas, ni gritos de angustia en nuestras calles.Salmo 144:12-14.
Lectura: Salmo
144:1-15. Versículos del día: Salmo
144:12-14.
MEDITACIÓN DIARIA
¿Cuál es el Dios que puede
hacer tanto por nosotros? ¿Cuál el que
nos asombra con sus bendiciones diariamente, nos cuida, protege y fortalece? ¿Cuál
Dios permite que nuestros anhelos se cumplan? No hay sino un Dios Santo y
Verdadero. Un Dios sobrenatural que no escatimó ni siquiera a su propio Hijo
para enviarlo al mundo en rescate por la humanidad. ¡Este es el Dios de mi
vida! Dios amoroso, mi Roca, mi amparo, mi más alto escondite mi libertador, mi
escudo, mi refugio y quien me permite hallar gracia ante los hombres (vv. 1-2),
porque “La bendición del Señor trae riquezas” (Proverbios 10:22). Pero no
creamos que son solo riquezas materiales; son riquezas espirituales,
emocionales y físicas también. El Señor nos quiere llenar con todo lo de Él;
desea que seamos completos en todas las áreas de nuestra vida. Sus ricas
bendiciones no se hacen esperar en el día tras día; nos colma con sus favores
sin descanso y muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de ello.
Analicemos un solo día
rutinario: nos levantamos vivos, tuvimos un techo donde dormir con una cama y
cobijas abrigadas; tenemos un café caliente en la mañana y una voz que nos
saluda. Salimos de la casa y a pesar de lo que dicen las noticias sobre
inseguridad y manoseos, vamos y venimos con su sombra protectora. Como
supuestamente es natural, no percibimos nuestro hablar ni caminar. No nos percatamos de la vista, el olfato, el
oído, el habla, el tacto, las piernas ni los brazos porque están ahí. Y aun
así, si algo nos faltara, yo por lo menos, no dejaría de alabarle y darle
gracias. Meditemos sobre los versículos
del día y demos gracias a nuestro buen Dios por los hogares que tenemos y los bienes con los que nos ha colmado,
porque sus ricas bendiciones sobreabundan en nuestras vidas.
Amado Señor y Dios
nuestro: Infinitas gracias te damos por llenarnos de tus ricos favores desde
que aclara el día hasta cuando anochece. Gracias porque en el descanso de la
noche, también siempre estás velando nuestro sueño. Gracias por tantas bondades
que nos tienes. Alabamos y bendecimos tu Nombre, Señor Dios de toda creación,
dueño de nuestras vidas y de todo el oro y la plata del mundo. ¡Tuya es la
grandeza y el poder por los siglos de los siglos!
Un abrazo y
bendiciones.
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