miércoles, 8 de octubre de 2014

La mujer, encargada de la buena armonía en el hogar




¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía! 
Salmo 133:1.


Lectura: Salmo 133:1-3.  Versículo del día: Salmo 133:1.

MEDITACIÓN DIARIA

Este versículo siempre lo asemejo con el hogar. Cuán importante es poder disfrutar un hogar donde se respira paz. Donde se convive en plena armonía y se encuentra ese calor que todos deseamos para sentirnos apoyados y amados. Considero que definitivamente es la mujer, la encargada de poner ese toque de esencia y buen disfrute en el seno de su hogar, porque: “La mujer sabia edifica su casa; la necia, con sus manos la destruye” (Proverbios 14:1). Sobre la mujer recae sin lugar a dudas, la buena administración de su casa y la alabanza para su esposo (Proverbios 31:23); dicen por ahí, que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Y por si fuera poco su trabajo, también sobre sus hombros, retoñan los triunfos de los hijos. “Con sabiduría se construye la casa; con inteligencia se echan los cimientos. Con buen juicio se llenan sus cuartos de bellos y extraordinarios tesoros” (Proverbios 24:3-4).
La Biblia también nos habla de la mujer rencillosa, la necia: “Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio” (Proverbios 21:19); “Gotera constante en un día lluvioso es la mujer que siempre pelea” (Proverbios 27:15). Al igual que el repicar de una gotera continua nos estresa y deseamos salir corriendo, así pasa con la mujer belicosa. ¡Ojo mujeres! Porque cuando en el hogar se encuentra esta mujer necia, el hombre prefiere salir corriendo hacia otros lares, en vez de aguantar tanta cantaleta, y si a esto se suma malos tratos y palabras soeces, el hogar está a punto de derrumbarse. Si nosotras queremos vivir en armonía, somos las primeras en ser llamadas a promulgarla. Reflexionemos y miremos hacia dónde estamos encauzando nuestro nido de amor. Es allí donde primero tenemos que sembrar, el vivir en armonía.

Amado Señor: Te pedimos que nos enseñes a ser mujeres sabias que edifiquen y no derriben. Nuestros hogares están ávidos de paz y armonía; permite que nosotras seamos las primeras en buscar que allí se respire el fruto de tu Espíritu para que todo el que lo visite, se impregne también de amor, gozo, paz, paciencia, tolerancia y mansedumbre.  Que siempre irradiemos la armonía tan necesaria para la convivencia y hermandad en nuestros recintos.

Un abrazo y bendiciones.

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