El Señor levanta a los caídos y sostiene a los agobiados.Salmo 145:14.
Lectura: Salmo
145:1-21. Versículo del día: Salmo 145:14.
MEDITACIÓN DIARIA
Es imposible que al andar diariamente no
tropecemos y caigamos. Tal vez por un
tiempo estaremos maltratados y sin ánimo; pero tan pronto somos restaurados,
nos levantamos con nuevos bríos. Nuevas fuerzas vendrán y nos sacudirán para
continuar. Es exactamente como cuando nos caemos físicamente: lastimados, adoloridos,
llorosos y desalentados no queremos hacer nada; pero cuando nos asisten y
proveen la ayuda necesaria, retomamos las rutinas acostumbradas con más
habilidad y fuerza. Considero que lo mismo pasa en el área espiritual: nos
debilitamos y caemos; el panorama se vuelve sombrío y nos apagamos. A veces ni
siquiera se recurre a la oración, la
firmeza espiritual disminuye y hasta perdemos el gozo. Sin embargo, nuestro
buen Señor que es tan misericordioso se compadece de nosotros y extiende su
brazo para levantarnos y sacarnos del letargo. “El Señor está cerca de quienes
lo invocan, de quienes lo invocan en verdad. Cumple los deseos de quienes le temen; atiende
a su clamor y los salva” (vv.18-19). No importan las caídas si después
floreceremos con intrepidez y denuedo, para mostrar precisamente ante los demás
la obra regeneradora que hace el Señor en los que en Él confían.
El buen Dios se encarga
de ir moldeando nuestras vidas cual vasijas de barro que somos, para que
precisamente se vea el sublime poder que viene de Dios y no de nosotros. Por
eso podemos estar atribulados pero no abatidos; perplejos, pero no
desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados pero no
destruidos (2 Corintios 4: 6-9). Nada
nos alejará de su inmenso amor; su amor es el perfecto, el que como mejor Padre
sabe brindar a sus hijos. “¡Prorrumpa mi
boca en alabanzas al Señor! ¡Alabe todo el mundo su santo nombre, por siempre y
para siempre!” (v. 21 en la lectura).
Amado Señor: Gracias
porque tu amor es tan grande que como buen Padre no solamente nos disciplinas a
tu voluntad, sino que también cuando nos ves en emergencia, estiras tus brazos
para levantarnos, reanimarnos, restaurarnos y encauzarnos nuevamente por el
camino correcto.
Un abrazo y
bendiciones.
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