jueves, 30 de octubre de 2014

Como buen Padre nos sostiene y levanta




El Señor levanta a los caídos y sostiene a los agobiados. 
Salmo 145:14.


Lectura: Salmo 145:1-21. Versículo del día: Salmo 145:14.

MEDITACIÓN DIARIA

Es imposible que al andar diariamente no tropecemos y caigamos.  Tal vez por un tiempo estaremos maltratados y sin ánimo; pero tan pronto somos restaurados, nos levantamos con nuevos bríos. Nuevas fuerzas vendrán y nos sacudirán para continuar. Es exactamente como cuando nos caemos físicamente: lastimados, adoloridos, llorosos y desalentados no queremos hacer nada; pero cuando nos asisten y proveen la ayuda necesaria, retomamos las rutinas acostumbradas con más habilidad y fuerza. Considero que lo mismo pasa en el área espiritual: nos debilitamos y caemos; el panorama se vuelve sombrío y nos apagamos. A veces ni siquiera se recurre a la oración,  la firmeza espiritual disminuye y hasta perdemos el gozo. Sin embargo, nuestro buen Señor que es tan misericordioso se compadece de nosotros y extiende su brazo para levantarnos y sacarnos del letargo. “El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad.  Cumple los deseos de quienes le temen; atiende a su clamor y los salva” (vv.18-19). No importan las caídas si después floreceremos con intrepidez y denuedo, para mostrar precisamente ante los demás la obra regeneradora que hace el Señor en los que en Él confían.
El buen Dios se encarga de ir moldeando nuestras vidas cual vasijas de barro que somos, para que precisamente se vea el sublime poder que viene de Dios y no de nosotros. Por eso podemos estar atribulados pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados pero no destruidos (2 Corintios 4: 6-9).  Nada nos alejará de su inmenso amor; su amor es el perfecto, el que como mejor Padre sabe brindar a sus hijos.  “¡Prorrumpa mi boca en alabanzas al Señor! ¡Alabe todo el mundo su santo nombre, por siempre y para siempre!” (v. 21 en la lectura).

Amado Señor: Gracias porque tu amor es tan grande que como buen Padre no solamente nos disciplinas a tu voluntad, sino que también cuando nos ves en emergencia, estiras tus brazos para levantarnos, reanimarnos, restaurarnos y encauzarnos nuevamente por el camino correcto.

Un abrazo y bendiciones.

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