jueves, 2 de octubre de 2014

Dejando que ellos terminen su labor dignamente




Aun en su vejez, darán fruto; siempre estarán vigorosos y lozanos, 5 para proclamar: El Señor es justo; él es mi Roca, y en él no hay injusticia. 
Salmo 92:14-15.


Lectura: Salmo 92:1-15.  Versículos del día: Salmo 92:14-15.

MEDITACIÓN DIARIA

Me pregunto si las generaciones de este tiempo sí están permitiendo que sus adultos terminen sus años como debe ser, viéndolos vigorosos y lozanos o si por el contrario se les está imponiendo cargas que ya no les corresponde llevar sobre sus hombros. Mirando alrededor y sin ir muy lejos, observo una señora de mi conjunto que debe estar sobre los sesenta y he podido seguir su recorrido: primero fue la guardiana de sus nietos por convivir con alguno de sus hijos. Ahora no solo esto, sino que también esos nietos muy jovencitos tuvieron hijos, y ella también pasó a ser su encargada. La veo con maletas y cochecitos, llevándolos hasta la puerta del bus escolar o hasta la guardería; la veo llevando mercado porque  muy seguramente, también le toca apersonarse de los quehaceres de la casa, o de pronto la veo en las tardes sacando los niños a tomar el sol. Me he preguntado muchas veces ¿por qué la tomaron como sustituta de padres o mejor: como empleada de servicio y aun con mayores responsabilidades como la de cuidar y velar por nietos y bisnietos? La verdad, me da la impresión de que su vida no debe de ser para nada agradable.
Creo que el deber como hijos, es tratar de que los padres gocen de una vejez saludable y sin las cargas que les corresponden directamente a los hijos. Estoy segura que los abuelos estarán felices de jugar y reír con sus nietos cuando tienen el tiempo de compartir con ellos; pero otra cosa es muy diferente cuando toda la obligación que se tiene como padres, se descarga en los abuelos. Lo más bonito es ver a los adultos mayores laborando en sus propias casas, degustando entre ellos una buena taza de café; escuchando su música predilecta y seguir su camino en medio de tranquilidad. Ellos ya cumplieron su misión y tienen todo el derecho a ser felices y terminar su vida como palmeras bien erguidas y levantadas ya que su labor ha dado los frutos esperados (v. 12).  
Que el mensaje de hoy sea una reflexión para examinarnos y ver si en verdad estamos siendo partícipes de la buena vejez de los que ya peinan canas o si por el contrario, estamos siendo piedras de tropiezo en la culminación de su recorrido.

Amado Señor: Gracias por enseñarnos a velar y cuidar de los que ya están en los años dorados, como debe ser. Te pedimos perdón si no hemos sabido respetarlos y honrarlos como es debido. Permite que nuestra actitud hacia ellos cambie de manera que a pesar de su vejez, los admiremos por el fruto que hemos podido contemplar en nuestras propias vidas y por el vigor y fortaleza que aun demuestran en su rutina diaria.

Un abrazo y bendiciones.

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