Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.Josué 24:15.
Lectura: Josué
24:1-28. Versículo del día: Josué 24:15.
MEDITACIÓN DIARIA
Después de haber
conquistado la tierra prometida y de haberla repartido entre las tribus de
Israel, Josué reunió a todo el pueblo para recordarles como Dios había escogido
a través de Abraham y su descendencia a
ese pueblo que ahora era numeroso, y cómo los había llevado hasta allí a poseer
la tierra que fluye leche y miel. Les
ordenó: “Por lo tanto, ahora ustedes entréguense al Señor y sírvanle fielmente.
Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraron al otro lado del río
Éufrates y en Egipto, y sirvan sólo al Señor” (v. 14). Resueltamente les dijo que si ellos no lo
hacían, su familia y él sí servirían al Señor. El pueblo vez tras vez, le hizo saber que
ellos harían lo mismo y le serían fieles al Señor Dios de Israel (vv. 16, 18,
21 y 24). “Desháganse de los dioses ajenos que todavía conservan. ¡Vuélvanse
de todo corazón al Señor, Dios de Israel!” (v. 23), les insistió Josué. Mientras que Josué y los jefes que él tuvo,
vivieron, así sucedió. Más adelante la
Escritura nos demuestra todo lo contrario.
Quizá a nosotros nos
suceda de igual manera. Podemos ser ahora consecuentes con la Palabra de Dios y
querer ser fieles con el Señor sin límite alguno y lo repetimos sin cesar. ¿Pero es verdad? Con el correr y el vaivén de
los tiempos, vamos dejando a un lado aquello que profesamos un día, y que a
pesar de las maravillas que nos demuestra (también nos
ha sacado de áridos desiertos para llevarnos a pastos delicados), no cumplimos
lo pronunciado cuando lo recibimos como Salvador personal. ¿En dónde está aquello
de ‘hazme una persona nueva’? Si el Señor va a plasmar su voluntad en nosotros,
nos tiene que quitar aquello que está ahogando la semilla sembrada, pero nos
cuesta aceptar su decisión.
Reflexionemos y que sea
una realidad, que tanto mi familia como yo le sirvamos como Él merece que lo
hagamos. Dejemos a un lado esos ‘dioses’ que interfieren en el andar diario y
démosle cabida al Único que en verdad puede conducirnos por el mejor camino.
Amado Señor: Perdónanos
porque también somos inconsecuentes con lo que te hablamos o prometemos. Por
favor, sigue haciendo tu obra regeneradora en cada uno de nosotros y aléjanos
de todo aquello que nos aparte de ti.
Un abrazo y
bendiciones.
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