sábado, 1 de febrero de 2014

Somos su gran familia si acatamos su voluntad



Luego echó una mirada a los que estaban sentados alrededor de él y añadió: —Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos. Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre. 
Marcos 3:34-35.


Lectura: Marcos 3:20-35.  Versículo del día: Marcos 3:34-35.

MEDITACIÓN DIARIA

La lectura nos relata que antes el Señor había entrado en una casa donde se aglomeró tanta  gente que ni siquiera Él y sus discípulos podía cenar.  Entonces sus parientes fueron como quien dice a rescatarlo, porque ni ellos creían en sus palabras, pensaban que estaba desquiciado (v. 21); al Señor le dicen que su madre y hermanos están ahí pero muy enfáticamente les responde que madre y hermanos son los que hacen la voluntad de Dios.
En el devocional de ayer decía que si se conoce al Señor y se quiere seguir su camino había que someternos a su voluntad. Aquí el Señor nos lo explica de una mejor manera a través de un cuestionamiento que hace: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” (v. 33).  Sencillo; si buscamos un camino a su lado, tenemos que involucrarnos de tal manera que haya una relación íntima con Él.  Una relación filial y de confraternidad donde impere la confianza y la hermandad; entonces nos convertiremos en su gran familia.
La voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2) y para conocerla tenemos que voltear los ojos a su Palabra; allí está escrita.  El ejemplo más claro de obediencia nos lo dejó el Señor Jesucristo, Él no vino a hacer su propia voluntad, sino la del Padre.  ¿Y cuál era la del Padre?  “la voluntad de mi Padre es que todo el que reconozca al Hijo y crea en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final” (Juan 6:40). 
Así que si queremos que nos cuente como los de su familia, lo primero que hay que hacer es reconocer que Jesús es el Hijo de Dios y que fuera de Él no hay salvación: “De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12).  Esto lo dice su Palabra y su Palabra es verdad (Salmo  119:160).  Ya como cristianos, tenemos una responsabilidad grande delante de Dios: acatar su voluntad llevando a los píes de Cristo a cuántos más podamos.

Amado Dios y Padre: Sabemos que tu voluntad es precisamente que todos los hombres lleguen al arrepentimiento.  Enséñanos a ser parte fiel del plan tuyo para la humanidad, llevando el mensaje de salvación de Cristo el Señor, y poder enorgullecernos de contarnos como los de tu gran familia.

Un abrazo y bendiciones.      

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