Luego echó una mirada a los que estaban sentados alrededor de él y añadió: —Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos. Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.Marcos 3:34-35.
Lectura: Marcos 3:20-35. Versículo del día: Marcos 3:34-35.
MEDITACIÓN DIARIA
La lectura nos relata que antes el Señor había
entrado en una casa donde se aglomeró tanta gente que ni siquiera Él y sus discípulos
podía cenar. Entonces sus parientes
fueron como quien dice a rescatarlo, porque ni ellos creían en sus palabras,
pensaban que estaba desquiciado (v. 21); al Señor le dicen que su madre y
hermanos están ahí pero muy enfáticamente les responde que madre y hermanos son
los que hacen la voluntad de Dios.
En el devocional de ayer decía que si se conoce
al Señor y se quiere seguir su camino había que someternos a su voluntad. Aquí
el Señor nos lo explica de una mejor manera a través de un cuestionamiento que
hace: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” (v.
33). Sencillo; si buscamos un camino a
su lado, tenemos que involucrarnos de tal manera que haya una relación íntima
con Él. Una relación filial y de
confraternidad donde impere la confianza y la hermandad; entonces nos
convertiremos en su gran familia.
La voluntad de Dios es buena, agradable y
perfecta (Romanos 12:2) y para conocerla tenemos que voltear los ojos a su Palabra; allí
está escrita. El ejemplo más claro de
obediencia nos lo dejó el Señor Jesucristo, Él no vino a hacer su propia
voluntad, sino la del Padre. ¿Y cuál era
la del Padre? “la voluntad de mi Padre
es que todo el que reconozca al Hijo y crea en él, tenga vida eterna, y yo lo
resucitaré en el día final” (Juan 6:40).
Así que si queremos que nos cuente como los de su
familia, lo primero que hay que hacer es reconocer que Jesús es el Hijo de Dios
y que fuera de Él no hay salvación: “De hecho, en ningún otro hay salvación,
porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos
ser salvos” (Hechos 4:12). Esto lo dice
su Palabra y su Palabra es verdad (Salmo
119:160). Ya como cristianos, tenemos
una responsabilidad grande delante de Dios: acatar su voluntad llevando a los
píes de Cristo a cuántos más podamos.
Amado Dios y Padre: Sabemos que tu voluntad
es precisamente que todos los hombres lleguen al arrepentimiento. Enséñanos a ser parte fiel del plan tuyo para
la humanidad, llevando el mensaje de salvación de Cristo el Señor, y poder
enorgullecernos de contarnos como los de tu gran familia.
Un abrazo y bendiciones.
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