lunes, 17 de febrero de 2014

Debemos ir hasta el desierto de otros




Así está escrito en el libro del profeta Isaías: Voz de uno que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, háganle sendas derechas.  
 Lucas 3:4.


Lectura: Lucas 3:1-20.  Versículo del día: Lucas 3:4.

MEDITACIÓN DIARIA

Juan el Bautista se alimentaba con miel y langostas; busca el desierto y allí le llegó la palabra de Dios.  Predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados (vv. 2-3). “Produzcan frutos que demuestren arrepentimiento” (v. 8), les decía; y muchos acudían para que él los bautizara  (v. 7). Se preguntaban si sería este el Cristo (v. 15), para lo cual Juan les responde: que él los bautiza en agua, pero que viene otro detrás, del cual ni siquiera es digno de desatarle las correas de su sandalia, quien los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego (v. 16).  Los exhortaba a dejar el pecado y les anunciaba las buenas nuevas (v. 18).  Iba regando la semilla, para que cuando el Señor comenzara su ministerio ya la gente estuviese más dispuesta a escucharle. 
Tendríamos que preguntarnos ¿Por qué eligió el desierto para predicar, dónde las condiciones son tan inhóspitas para el hombre?  Creo que lo eligió porque allí en el desierto es donde estamos más propicios a escuchar la voz de Dios; la misma situación nos vuelve sensibles. Muchos hemos tenido que cruzar el desierto y de verdad que es sediento y árido. Lo importante de estar en el desierto es porque la misma situación nos hace sensibles a buscar a Dios y en verdad pensamos: o me cojo de Cristo para salir adelante  o me dejo hundir completamente; y más dura será la estadía.
Como cristianos, nos compete también acompañar a los que sabemos que están en el desierto para alentarlos y consolarlos. Nuestras propias experiencias pueden ser útiles para compartirlas, y si son creyentes, ayudarles a afianzar su fe a pesar de las circunstancias; y si no lo son, puede ser el trampolín que los lleve a los píes de Cristo. Hay que regar la semilla con mayor razón en los desiertos, y  aprender a consolar para después también ser consolados.

Amado Señor: Gracias porque en los desiertos hemos aprendido a crecer espiritualmente y a ver tu grandeza y poder. Llévanos hasta las personas que están ahorita en desiertos agrestes,  y nosotros pasamos inadvertidos e indiferentes por su lado.

Un abrazo y bendiciones. 

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