Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Entonces los dos se pusieron a llorar.Génesis 33:4.
Lectura: Génesis 33:1-
25. Versículo del día: Génesis 33:4.
MEDITACIÓN DIARIA
La lectura del día nos
deja el ejemplo de hermandad entre Esaú y Jacob. Jacob se había ido de la casa
de su padre Isaac para la tierra de su tío Labán a Padán Aram, por temor a
Esaú, ya que le había robado la bendición que le correspondía como hijo
mayor. Allí trabajó para Labán y a la
vez se casó primero con Lea y después con Raquel que era la mujer que en verdad
amaba. Dios empezó a cumplir en él su
promesa de hacer crecer su simiente como la arena del mar, al darle once hijos
en aquella región.
Cuando quiso volver a
la tierra de Canaán, donde estaba su hermano Esaú tuvo miedo de acercarse, por
lo que fue enviando con diferentes mensajeros presentes para él. Lo bonito de la historia es que a pesar de
las desavenencias entre los dos, Esaú corrió a su encuentro y todo lo pasado
quedó atrás.
¿Cuántos hogares viven
en discordias y peleas por cuestiones más simples que las pasadas a estos
hermanos? Muchos ni siquiera se hablan y
conviven bajo el mismo techo; no se dan cuenta del sufrimiento que causan a sus
padres por estas actuaciones. Dios dice
en su Palabra “¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en
armonía!” (Salmo 33:1). Donde primero
debe existir paz es en nuestra propia casa.
No podemos acostarnos y dejar que el sol se ponga estando aun enojados
(Efesios 4:26). La reconciliación
permitirá que aquello por lo cual nos disgustamos quede atrás. El perdón es tan necesario en la vida
cristiana como el aire para respirar. No
solamente se nos llama a pedir perdón, sino también a perdonar.
Si estamos en conflicto
con los de nuestro hogar dejemos a un lado el rencor, los celos y envidias, y
empecemos por poner en orden aquello que nos roba la paz y armonía dentro del
hogar. La unión, confraternidad, amor, lealtad y respeto nunca deben fallar con
nuestros hermanos de sangre. Se lee mucho la frase que dice: ‘la paz empieza
por casa’; principiemos a buscar esa paz.
Amado Señor: Enséñanos
a compartir en familia y que el ejemplo de Esaú y Jacob sea para ponerlo en
práctica. Te rogamos que nos permitas dialogar y aclarar con los nuestros
aquellas diferencias, para que nuestros hogares se llenen de paz y armonía como
corresponde a los que son tus hijos.
Un abrazo y
bendiciones.
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