lunes, 3 de febrero de 2014

Ejemplo de perdón fraternal



Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Entonces los dos se pusieron a llorar. 
Génesis 33:4.


Lectura: Génesis 33:1- 25.  Versículo del día: Génesis 33:4.

MEDITACIÓN DIARIA

La lectura del día nos deja el ejemplo de hermandad entre Esaú y Jacob. Jacob se había ido de la casa de su padre Isaac para la tierra de su tío Labán a Padán Aram, por temor a Esaú, ya que le había robado la bendición que le correspondía como hijo mayor.  Allí trabajó para Labán y a la vez se casó primero con Lea y después con Raquel que era la mujer que en verdad amaba.  Dios empezó a cumplir en él su promesa de hacer crecer su simiente como la arena del mar, al darle once hijos en aquella región.
Cuando quiso volver a la tierra de Canaán, donde estaba su hermano Esaú tuvo miedo de acercarse, por lo que fue enviando con diferentes mensajeros presentes para él.  Lo bonito de la historia es que a pesar de las desavenencias entre los dos, Esaú corrió a su encuentro y todo lo pasado quedó atrás.
¿Cuántos hogares viven en discordias y peleas por cuestiones más simples que las pasadas a estos hermanos?  Muchos ni siquiera se hablan y conviven bajo el mismo techo; no se dan cuenta del sufrimiento que causan a sus padres por estas actuaciones.  Dios dice en su Palabra “¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía!” (Salmo 33:1).  Donde primero debe existir paz es en nuestra propia casa.  No podemos acostarnos y dejar que el sol se ponga estando aun enojados (Efesios 4:26).  La reconciliación permitirá que aquello por lo cual nos disgustamos quede atrás.  El perdón es tan necesario en la vida cristiana como el aire para respirar.  No solamente se nos llama a pedir perdón, sino también a perdonar. 
Si estamos en conflicto con los de nuestro hogar dejemos a un lado el rencor, los celos y envidias, y empecemos por poner en orden aquello que nos roba la paz y armonía dentro del hogar. La unión, confraternidad, amor, lealtad y respeto nunca deben fallar con nuestros hermanos de sangre. Se lee mucho la frase que dice: ‘la paz empieza por casa’; principiemos a buscar esa paz.

Amado Señor: Enséñanos a compartir en familia y que el ejemplo de Esaú y Jacob sea para ponerlo en práctica. Te rogamos que nos permitas dialogar y aclarar con los nuestros aquellas diferencias, para que nuestros hogares se llenen de paz y armonía como corresponde a los que son tus hijos.

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: