miércoles, 28 de agosto de 2013

Su suave murmullo me estremece




Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. 
1 Reyes 19:12.


Lectura: 1 Reyes 19:1-18.  Versículo del día: 1 Reyes 19:12.

MEDITACIÓN DIARIA

El pasaje nos habla sobre el profeta Elías, que por causa de Jezabel, la esposa del rey de Israel quien quería matarlo, estaba cansado, agobiado, y hasta aburrido con su misma vida (vv. 2-4).  En medio de esta confusión, el ángel del Señor se le presenta y le da comida y bebida para que recupere las fuerzas (v. 6).
Elías pasó toda la noche en una cueva y el Señor le habla, preguntándole qué estaba haciendo allí. A lo que responde: “Me consume mi amor por ti, Señor Dios Todopoderoso” (v. 9). El Señor le manda salir de ahí y presentarse en la montaña porque iba a pasar por allí.  Vino un viento recio, un terremoto, un fuego y en ninguno estaba el Señor (vv. 11 y 12).  ¿Entonces qué pasó con sus palabras? La belleza del Señor no se hace esperar: “vino un suave murmullo” y Elías entendió que allí sí estaba su Señor.
La enseñanza es entender que el Señor busca la calma, el sosiego, la paz, para hablarnos y que nosotros somos igual que Elías: aunque amamos a nuestro buen Dios, nos sulfuramos y decaemos ante la adversidad, sin darnos cuenta que nuestro Dios está por encima de toda situación y así no lo creamos o lo veamos, está pendiente de cada uno.  Después del suave murmullo, le pregunta nuevamente: “¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió: —Me consume mi amor por ti, Señor, Dios Todopoderoso” (vv. 13 y 14).
¿Estamos dispuestos a responderle así a nuestro Amado cuando afrontamos situaciones similares? Démosle campo y esperemos confiados en su Palabra que nos ofrecerá lo mejor de Él.  En resumen: ¡dejémonos arrullar por el Señor!  Que nos envuelva en su suave murmullo y nos hable muy quedo al oído. Que su amor nos absorba totalmente, su voz nos deleite  y nos embriague con su Espíritu.  Esos momentos no son para desperdiciarlos, son para aprovecharlos y no soltarlos.

Amado Señor Jesús: En el transcurso del día, deseo buscar el mejor momento para escucharte y entender que siempre estás a mi lado. Tu suave murmullo me estremece y  enamora cada día más de ti. Gracias por estar perennemente conmigo.  ¡Te amo mi Señor!

Un abrazo y bendiciones. 

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