viernes, 2 de agosto de 2013

Creyéndole a Dios




Y ni una sola de las buenas promesas del Señor a favor de Israel dejó de cumplirse, sino que cada una se cumplió al pie de la letra.  
Josué 21:45.


Lectura: Josué 21:43-45.  Versículo del día: Josué 21:45.

MEDITACIÓN DIARIA

Todas las promesas que hay en la Biblia son para nosotros.  Dios tiene planes de bienestar y no de calamidad para sus hijos y lo que nos toca, es tomar cada una de esas buenas promesas y apropiárnoslas.  Dios le prometió a su pueblo de Israel que los llevaría a una tierra de leche y miel y así lo hizo.  Primero utilizó a su siervo Moisés y después dejó el mando en cabeza de Josué.  Desde el comienzo de su misión Dios estuvo presente y le decía: “Tal como le prometí a Moisés, yo les entregaré a ustedes todo lugar que toquen sus píes”; “Así como estuve con Moisés estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré”; “¡No tengas miedo ni te desanimes!  Porque el Señor tu Dios te acompañará donde quiera que vayas” (Josué 1:3, 5, 9).

Josué fue elegido para cumplir un propósito.  Debía liderar y conducir a Israel hasta alcanzar la tierra prometida. Todos nosotros también estamos aquí con un propósito definido.  Dios nos ha llamado a alcanzar la tierra prometida y debemos igual que Josué, ser en ese llamamiento fuertes y valientes; no temer así se nos presenten muros difíciles de tumbar o grandes enemigos que no nos quieran dejar avanzar.  Josué tuvo que luchar con todo esto pero no decayó porque le creyó a Dios.  Creyó y al final, cuando había terminado su misión y su final se acercaba, en su despedida les reafirmó: “Ustedes bien saben que ninguna de las buenas promesas del Señor su Dios ha dejado de cumplirse al pie de la letra. Todas se han hecho realidad, pues él no ha faltado a ninguna de ellas” (Josué 23:14). 

¡Qué bonito ejemplo! La vida no es fácil para nadie.  Es una continua batalla, pero nunca podemos decaer.  Y si caemos, es de valientes levantarse y continuar hasta alcanzar nuestra propia tierra; la que Dios a cada uno ha mostrado y prometido para que al final, igualmente podamos hablarle a los nuestros y hacerles saber lo fiel y verdadero  que ha sido nuestro Dios.

Amado Señor: Gracias porque ninguna de tus buenas promesas dejará de cumplirse. Señor, aceptamos tus mandatos y deseamos hacer tu voluntad. Guíanos por favor, igual que lo hiciste con Josué, hasta alcanzar la tierra que fluye leche y miel.

Un abrazo y bendiciones.

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