miércoles, 7 de agosto de 2013

La confianza desarrolla la perseverancia



Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. 
Hebreos 10:36.


Lectura: Hebreos 10:19-39.  Versículo del día: Hebreo 10:36.


MEDITACIÓN DIARIA



La perseverancia no es otra cosa que confiar en su Palabra. Confiar en que todas sus promesas se cumplirán.  Saber que así se hayan tenido dificultades, el Señor está ahí para continuar el camino y obtener la promesa mayor: la vida eterna.  Esa se constituye en  el fin principal de toda la obra redentora.  Pues dentro de muy poco tiempo, el que ha de venir vendrá, y no tardará” (v. 37).

Recién convertida me aprendí este versito que alguien me enseñó: “Ya que has puesto tu mano en el arado, no tornes tu mirada hacia atrás; sigue a Cristo como buen soldado, y un día recompensa tú tendrás”.  Así es; no hay que mirar atrás, ni los tropiezos ni las tristezas.  Hay que tener la vista al frente y adelante con la convicción de que tenemos  a un Dios que es fiel y en Él siempre ha sido ‘Sí’ (2 Corintios 1:18-19), y no va a dejarnos en mitad del camino.  “Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada” (v.35 en la lectura).  Para Dios no sería de su agrado que diéramos marcha atrás. Dice el escritor de la Carta: “nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. (v. 39).  Porque “mi justo” dice, “vivirá por la fe” (v. 38).  Gracias a Dios ya hemos sido justificados con la sangre del Señor (Efesios 2:13); en la espera demostramos nuestra confianza y si somos débiles, el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda (Romanos 8: 25 y 26).

“Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura.  Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa” (vv. 22-23 en la lectura).


Amado Señor: Mira nuestros corazones; somos débiles y tropezamos fácilmente. Límpianos de todo pecado y  lávanos  con tu preciosa sangre para proseguir de tu mano con la confianza puesta en la esperanza que profesamos, sabiendo que lo que nos espera es mayor que todo lo ofrecido por ti en la vida terrenal.

Un abrazo y bendiciones.

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