lunes, 12 de agosto de 2013

Sin olvidar la misión principal




La verdadera madre, angustiada por su hijo, le dijo al rey: —¡Por favor, Su Majestad! ¡Déle usted a ella el niño que está vivo, pero no lo mate! 
1 Reyes 3:26.


Lectura: 1 Reyes 3:16-28.  Versículo del día: 1 Reyes 3:26.

MEDITACIÓN DIARIA

De las primeras acciones que revela  la sabiduría del rey Salomón, la encontramos en este pasaje. Aquí vemos cómo una madre angustiada prefiere ver a su hijito en manos de otra, en lugar de verlo muerto.  
La situación demuestra hasta dónde puede llegar el amor de madre. Por algo muchos dicen que es el amor más parecido al de Dios.  Es un amor con corazón abnegado, incondicional, dispuesto a perdonar, a olvidar, a volver a empezar, a restaurar y tal vez, a muchísimas otras cosas.
Considero a las madres que tienen que trabajar, ya sea para contribuir en la economía del hogar o porque les toca hacer el papel de papá y mamá a la vez.  No es fácil y menos en la actualidad donde la mujer ha explorado otros campos sociales y ha escalado posiciones tan altas.  Todo esto está muy bien; ¿pero la misión primaria de la madre dónde queda?  Así como conozco mujeres que a fuerza de su trabajo y tesón han sacado a sus hijos adelante, hay otras que pareciere no importarles lo más mínimo, y prefieren un trabajo por el solo hecho de competir con su esposo. Se ven hogares donde se percibe una guerra de billetes: “yo gano más que tú” o “yo mando más porque aporto más”; y en últimas son los hijos los que salen perdiendo. Al fin de cuentas un hijo lo que más desea es ver a sus progenitores en paz, no en guerra; y mucho menos, ser ellos el trompo de poner para ver quien gana la batalla en cuanto a regalos se trata.  Infortunadamente hay muchos hogares en esa tónica. Quizá a un niño se le compra con dádivas, pero cuando crezca se notará el hueco que dejará la falta de ternura, de abrazos,  de besos y de mimos.
Ya que es difícil dejar el trabajo a un lado las mujeres, lo correcto sería brindarles a los niños calidad de tiempo y no olvidar nunca, así  lleguen muy cansadas, el lugar que Dios  les asignó cumpliendo su prioridad dentro del seno materno.  

Amado Dios: Hoy te ruego por todas aquellas madres que inevitablemente tienen que trabajar para que les des la fuerza, el amor y la sabiduría necesaria para formar niños que más tarde sean útiles a la sociedad y temerosos de ti.

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: