El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan.2 Pedro 3:9.
Lectura: 2 Pedro 3:3-18. Versículo principal: 2 Pedro 3:9.
MEDITACIÓN DIARIA
Es
indiscutible que el día del Señor llegará como ladrón y todo será destruido (v.
10). Por eso los cristianos tenemos que
aprovechar bien el tiempo y llevar el mensaje de salvación a cuantos más podamos; “pues él quiere que
todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad” (1 Timoteo 2:4), y la verdad
es Jesucristo (Juan 14:6). Somos
instrumentos de Dios en su mano y es nuestro deber dejarnos usar para su
gloria.
Amigo y seguidor de
estos devocionales, no hay tiempo para perder.
El Señor hace un llamado al arrepentimiento. Su tolerancia y su paciencia brillan ante la
indecisión del hombre (Romanos 2:4), ¡cuán grande es su amor! “Tan cierto como que yo vivo —afirma el SEÑOR
omnipotente—, que no me alegro con la muerte del malvado, sino con que se
convierta de su mala conducta y viva. ¡Conviértete, pueblo de Israel;
conviértete de tu conducta perversa! ¿Por qué habrás de morir?”. (Ezequiel
33:11). La vida solo nos ofrece cosas
pasajeras, efímeras e inestables; hoy tenemos, mañana, quizá ya no exista nada
de aquello que era nuestro orgullo. La indiferencia hacia Dios se hace notar ante
tanto fracaso emocional; ante hogares destruidos, saturación de drogas,
inmoralidad sexual, ganancias mal habidas; violencia y maltrato físico. Y el Señor dice: “Le he dado
tiempo para que se arrepienta de su inmoralidad, pero no quiere hacerlo”
(Apocalipsis 2:21). ¿Por qué tanta
indecisión y vivir sin un propósito divino?
Su deseo es que vuelvan su corazón hacia Él, “Vengan, pongamos las cosas
en claro —dice el Señor—. ¿Son sus
pecados como escarlata? ¡Quedarán
blancos como la nieve! ¿Son rojos como
la púrpura? ¡Quedarán como la lana!”
(Isaías 1:18). No solo es darnos la
oportunidad de vivir con calidad; es saber que el Señor tomará las riendas de
cada vida y pagará por nosotros. Lo único que hay que hacer es reconocer que
Jesucristo es el Señor y Salvador enviado por el Padre a rescatarnos del fuego
eterno del infierno. Te invito a orar
así:
Amado
Jesús: Perdona mi orgullo e indiferencia hacia Ti. Hoy reconozco que soy pecador y me arrepiento
de ello. Confieso con mi boca y creo en
mi corazón, que eres el Hijo de Dios, que viniste a pagar un precio muy alto
por mí. Toma el control de mi vida y hazme la persona que deseas que yo
sea. Gracias por tu paciencia y
tolerancia para esperarme y darme contigo la vida eterna.
Un
abrazo y bendiciones.
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