jueves, 8 de agosto de 2013

Busquemos la fe inquebrantable



Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. 
Hebreos 11:1.


Lectura: Hebreos 11:1-40.  Versículo del día: Hebreos 11:1.

MEDITACIÓN DIARIA

El ideal sería que todos tuviésemos la fe que tuvieron los antiguos, tanto hombres como mujeres.  Pero no nos digamos mentiras, a veces nos cuesta creer lo que no vemos.  Es algo paradójico: no vemos a Dios, pero decimos que creemos firmemente en Él; sin embargo, cuando nos habla a través de su Palabra y fluyen sus promesas, vienen la incertidumbre y la duda: ¿será que sí?  ¿Dios lo hará? O  ¿lo hará nuevamente?  Y lo difícil es cuando el tiempo corre y la promesa no llega.   ¿Se olvidaría Dios de mí?  Y nos cuestionamos: ¿Será que nuestra fe si alcanza para garantizar su respuesta?  Aprendamos de Abraham: por la fe, estaba “plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido (Romanos 4:21). 
Cuando leemos su Palabra, el Espíritu Santo habla a nosotros y nos confirma lo declarado, es decir el rema (Vocablo griego. En en sí, la palabra de Dios que impacta personalmente la vida).  Nos da la certeza que esa declaración es nuestra. Diré como testimonio lo siguiente: cuando me operaron del cáncer de seno, a la siguiente  noche tuve una experiencia espantosa. En anteriores devocionales he escrito que creo fue ante todo un ataque del enemigo, porque sentía que mi vida se iba y mi respiración se debilitó al punto que casi me llevan para cuidados intensivos. Tenía a mi lado un radio pequeño y mi querida cuñada me lo sintonizó en una emisora cristiana. Los cantos y palabras allí pronunciadas fueron dándome aliento de vida y sobreviví a esa horrible pesadilla. En horas de la madrugada un predicador estaba hablando sobre la sanidad basado en Lucas 5:17-26 y cuando él pronunció: “Levántate y anda” y  “A ti te digo: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”, sentí algo inexplicable; tuve la certeza completa que esas palabras eran para mí. Ya aclarando más el día, una amiga médica fue a visitarme y yo le dije que me quería levantar; al principio no me creyó, pero vio mi decisión y me ayudó. No fue fácil, pero en mi mente y corazón fluían las palabras de: “Levántate y anda”; “Levántate y vete a tu casa”. Más tarde pasó mi médico a revisarme y le dije que ya me había levantado y quería irme para la casa. Al principio fue renuente pero al final accedió.  La verdad, es que personalmente estoy convencida que cuando tomamos la Palabra verdaderamente y la afirmamos, nuestra fe empieza a dar fruto. “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Romanos 10:17).
No solamente leamos Palabra de Dios; escuchémosla, memoricémosla y declarémosla.  Esto acrecienta nuestra fe y al menos podrá ir desarrollándose poco a poco.

Amado Señor: Enséñanos a tener una fe inquebrantable. Una fe sin vacilar; reafirmándola más bien, como lo hizo Abraham para darte toda la gloria a ti.

Un abrazo y bendiciones.

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