Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.Hebreos 11:1.
Lectura:
Hebreos 11:1-40. Versículo del día:
Hebreos 11:1.
MEDITACIÓN DIARIA
MEDITACIÓN DIARIA
El
ideal sería que todos tuviésemos la fe que tuvieron los antiguos, tanto hombres
como mujeres. Pero no nos digamos
mentiras, a veces nos cuesta creer lo que no vemos. Es algo paradójico: no vemos a Dios, pero
decimos que creemos firmemente en Él; sin embargo, cuando nos habla a través de
su Palabra y fluyen sus promesas, vienen la incertidumbre y la duda: ¿será que
sí? ¿Dios lo hará? O ¿lo hará nuevamente? Y lo difícil es cuando el tiempo corre y la
promesa no llega. ¿Se olvidaría Dios de mí? Y nos cuestionamos: ¿Será que nuestra fe si
alcanza para garantizar su respuesta? Aprendamos de Abraham: por la fe, estaba
“plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había
prometido (Romanos 4:21).
Cuando
leemos su Palabra, el Espíritu Santo habla a nosotros y nos confirma lo declarado,
es decir el rema (Vocablo griego. En en sí, la palabra de Dios
que impacta personalmente la vida). Nos da la certeza que esa declaración es
nuestra. Diré como testimonio lo siguiente: cuando me operaron del cáncer de
seno, a la siguiente noche tuve una experiencia
espantosa. En anteriores devocionales he escrito que creo fue ante todo un
ataque del enemigo, porque sentía que mi vida se iba y mi respiración se
debilitó al punto que casi me llevan para cuidados intensivos. Tenía a mi lado
un radio pequeño y mi querida cuñada me lo sintonizó en una emisora cristiana.
Los cantos y palabras allí pronunciadas fueron dándome aliento de vida y
sobreviví a esa horrible pesadilla. En horas de la madrugada un predicador
estaba hablando sobre la sanidad basado en Lucas 5:17-26 y cuando él pronunció:
“Levántate y anda” y “A ti te digo: “Levántate,
toma tu camilla y vete a tu casa”, sentí algo inexplicable; tuve la certeza completa
que esas palabras eran para mí. Ya aclarando más el día, una amiga médica fue a
visitarme y yo le dije que me quería levantar; al principio no me creyó, pero
vio mi decisión y me ayudó. No fue fácil, pero en mi mente y corazón fluían las
palabras de: “Levántate y anda”; “Levántate y vete a tu casa”. Más tarde pasó
mi médico a revisarme y le dije que ya me había levantado y quería irme para la
casa. Al principio fue renuente pero al final accedió. La verdad, es que personalmente estoy
convencida que cuando tomamos la Palabra verdaderamente y la afirmamos, nuestra
fe empieza a dar fruto. “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje,
y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Romanos 10:17).
No
solamente leamos Palabra de Dios; escuchémosla, memoricémosla y
declarémosla. Esto acrecienta nuestra fe
y al menos podrá ir desarrollándose poco a poco.
Amado
Señor: Enséñanos a tener una fe inquebrantable. Una fe sin vacilar; reafirmándola
más bien, como lo hizo Abraham para darte toda la gloria a ti.
Un
abrazo y bendiciones.
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