domingo, 11 de agosto de 2013

Bendecidos para bendecir



Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.  
Santiago 1:17.


Lectura: Santiago 1:2-27.  Versículo principal: Santiago 1:17.

MEDITACIÓN DIARIA

No solo tenemos que hablar de lo que hacemos gustosos para el Señor  porque es Él quien nos lo ha permitido realizar. También tenemos que decir que  Dios nos ha mirado con ojos compasivos y es nuestro deber devolver en otros, parte de lo que se nos ha regalado.  Me explico: La dádiva se constituye en bendición, en  regalo, en algo que se da sin esperar nada a cambio. Nosotros, hemos recibido la salvación por medio de Cristo Jesús; este es el mejor regalo. Lo recibimos de gracia y del mismo modo Dios espera que lo devolvamos: recibiste de gracia, da de gracia (Mateo 10:8).   
Diariamente estamos tomando sus regalos; tenemos vida, alimento, abrigo, un techo para resguardarnos y si es el caso y pasamos pruebas, también tenemos un hombro que nos sostiene; una palabra de aliento que nos anima.  Entonces, ¿no vamos a devolver nada de esto?  De ninguna manera podemos dejar de ser generosos y agradecidos con Dios y el mejor modo, es restituyendo parte de estas dádivas a quienes nos rodean.  ¿Cómo?  Primero que todo llevando palabras de vida a los perdidos.  Palabras llenas de amor, bondad y misericordia. Siendo también dadivosos con quienes sufren y necesitan nuestro consuelo.  Si se nos ha consolado, consolar. Si nuestro hermano tiene hambre, dándole de comer; y si tiene sed, de beber (Mateo 25:35-36). Todas estas buenas acciones no vienen porque sí.  Dios pone en nuestro corazón el querer como el hacer por su buena voluntad (Filipenses 2:13), porque precisamente vienen de lo alto; vienen de parte de Dios.  Son también parte de sus regalos; nos los  presta diría yo (ya que aquí de todo somos administradores), y gustosos los devolvemos. No podemos dejar de ser compasivos si en verdad el amor de Dios habita en nosotros (1 Juan 3:17).

Amado Señor: Son tantas las bendiciones que llueven a diario sobre nuestras vidas, que no tenemos cómo agradecer tu incomparable gracia.  Permite mi Dios que seamos conscientes de todo lo que nos das y también te devolvamos en nuestro prójimo parte de tan grandes beneficios.

Un abrazo y bendiciones.

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